‘Argentina, 1985’: la memoria de una nación tiene más importancia que su bandera

Fotograma de ‘Argentina, 1985’ (2022).

Mario C. Gentil / 24.10.2022

Argentina tiene todavía muy presente la dictadura que sufrió durante el llamado Proceso de Reorganización Nacional, que, tras el golpe de estado del 76, durante más de siete años sumió a la nación en su periodo más oscuro del siglo. Las torturas, violaciones, desapariciones de personas, secuestros de bebés, y toda esa represión terrorífica tuvo su monstruosa cabeza de hidra en forma de varios miembros de la Junta Militar. El juicio a sus responsabilidades, llevado a cabo por un organismo público (si bien, por personas muy concretas), tras la llegada de la democracia, es lo que se adapta en esta primordial cinta de Santiago Mitre, que recibió el Premio del Público hace menos de un mes en el Festival de San Sebastián.

Es un drama judicial sin nada que envidiar a las mejores obras clásicas del género, y contiene las características por la que este tipo de películas suelen destacar. Un orador “héroe” que capitanea el juicio y la película, unos testigos con intervenciones trascendentes en la trama, un magnífico ritmo narrativo, constante, que acaba en un clímax a la altura de todo lo anteriormente elaborado, y un juego coral interpretativo que oxigena y enriquece la obra. Argentina, 1985, tiene reminiscencias, de El juicio de Nuremberg (1961). La similitud con la gigante película de Stanley Kramer (especialista del género, con otro gran título como La herencia del viento de 1960) se puede justificar en varios apartados: ambas están basadas en hechos reales sobre juicios capitales en la historia contemporánea de la humanidad, tomados con la absoluta seriedad y dignidad que merecen. Y, sobre todo, porque pese a ser el centro, y casi todo el jugo de la película el proceso de un juicio, el dinamismo cinematográfico que contiene hace que una cinta de más de dos horas de duración pasen con ligereza e incluso con una brillante tensión mantenida. Pero, ciñéndonos al filme de Mitre, este dinamismo se enriquece con unas características particulares: el humor, muy autóctono, pese a la dureza de la temática, está presente en todo el metraje, dándonos una impronta muy auténtica de la esencia argentina. Por otro lado, el enérgico montaje (sin llegar a ser ni mucho menos distractivo) es primordial para que el ritmo de la obra no decaiga.

Fotograma de ‘Argentina, 1985’ (2022).

Dejando atrás todos estos aspectos formales, esta era una cinta que hacía falta. En parte reparadora para una nación, en parte expositiva para el público mundial que no estuviera al tanto (las nuevas generaciones siguen naciendo y no todo el mundo puede saber de todo), y en mayor parte todavía de reconocimiento a la gente que llevó adelante ese proceso judicial (muy significante del cambio en la nación), y más incluso de puesta en valor de las valientes personas que dieron testimonio. Es en su apartado histórico en lo que la obra se encumbra como una de las cintas del año. Su posicionamiento, sincero, es justo, riguroso y que denota un gran trabajo de documentación. Hay una suerte de narración cristalina que conecta bien con el espectador, fundamental para contar una historia basada en hechos reales como esta.

No quiero dejar sin mencionar la notable actuación de Peter Lanzini. Y Ricardo Darín… un tipo (creo que no se ofendería por usar esta palabra, al contrario) al que agradecer su gran aportación a la historia del cine, que por lo que parece, no tiene intenciones de no seguir haciéndolo. Por todo lo mencionado, una de las películas que más gustará al público en este 2022.

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