‘Volveréis’. Dir: Jonás Trueba
Clara Tejerina/ 05.09.2024
‘Si lo giras podrás mirar y recorrer la línea sin perderte en el significado de la imagen y así acabar el cuadro’, es lo que le dice la profesora de dibujo a Álex cuando este trata de pintar un retrato de su mujer, y aquí reside gran parte de la honestidad que transporta la película. A pesar de su apariencia sencilla, con una fórmula de comedia romántica, la narración muestra una complejidad emocional que refleja la escala de grises por los que transita una pareja durante una ruptura. La película expresa lo que es sufrir sin sufrir, la complejidad de quererse y de dejar de quererse, del valor de la compañía, de estar bien, de estar mal, la amistad, la ruptura como decisión vital, y el fin del amor sin necesidad de que el amor deje de existir.
Una pareja va a separarse y decide montar una fiesta para celebrarlo. «Como una boda, pero al revés» es lo que repetirán una y otra vez, y que sirve tanto de hilo conductor como de gag cómico. Sin embargo, lo interesante no es la fiesta que se celebrará o el camino que hacen hacia ella, pues en realidad no hay un objetivo. Jonás Trueba afirmaba en la entrevista que hizo para Caimán CdC que no supieron hasta el final si la fiesta se iba a filmar, sino que fueron encontrando el momento durante el rodaje, por ello, lo interesante es el concepto de la repetición en sí misma y cómo Trueba, Itsaso y Vito juegan con ella. Juegan con las palabras y los roles, haciendo también un guiño y revisión de la comedia sofisticada estadounidense, y experimentan como cambian cada vez que las pronuncian, pues aunque estas sean las mismas ellos no lo son, y es a través de las reacciones de los otros cómo van construyendo su propia percepción de su ruptura.
El montaje sirve de entramado narrativo. Empieza con un planteamiento y forma sencillos, con divisiones marcadas en el encuadre que muestran la distancia emocional de la pareja, o el juego espacial, que acentúa las distancias físicas, por no hablar del corte del plano al principio de la película, el cual no necesita explicación. A medida que la cinta avanza también lo hacen sus formas. La película se va construyendo a sí misma, y es la música la que sirve de hilo conductor entre la ficción y la ficción dentro de la ficción, siendo la primera en destapar el juego narrativo junto con el montaje, que se rompe, salta y pica exponiendo el entramado metacinematográfico. Tanto es así que uno de los personajes recurrentes de la película será la figura del propio montador, y será el que resuelva las dudas (banales y no tan banales) de la dirección de la película. Como si del dios Hermes se tratase, encargado de llevar los mensajes secretos, aparece y desaparece de la película dando las claves y transportando el mensaje de la misma, tanto a través de su figura como de su trabajo, y será quien afirme que la película va hacia delante mientras los demás, incluso los protagonistas, no encuentran el rumbo.
A medida que todo el entramado formal se vuelve más complejo, los personajes se acercan más entre ellos. La película juega a confrontar el fondo y la forma y, de esta manera, crea una disociación emocional que traspasa la pantalla y que parte en todo momento de la dualidad: Vito/ Itsaso, Alex/Ale, los dos géneros, los dos espacios del dúplex, el interior/ exterior, el sonido/ montaje, el actor/ directora, el que mira y el que es mirado o la dualidad del amor/ desamor. La película encuentra esa zona gris de división sin necesidad de que esta se verbalice, y así también se vuelve más profunda, pues la división que vive la pareja es una cuestión de fondo. Estas dualidades se separan pero también convergen a través de la ruptura de la imagen sin tomar partido por ninguna de las partes. No es una película que construya una acción, sino un sentimiento, transmite los estados que transita esa dupla a través de los cortes de montaje, de esta manera la vivencia se hace universal y salta al espectador.
Jonás Trueba, junto con Itsaso Arana y Vito Sanz, arma esta maravilla de película en la que, más allá de la cantidad de recursos y juegos formales que plantea, rebosa vida y honestidad. Una historia que refleja el tránsito, el limbo, el mirar la línea pintada como recorrido para poder pintar de verdad el cuadro, y una mirada tierna y sincera hacia un desamor que contiene todo el amor del mundo.