Mario C. Gentil / 25.10.2022
El año que está viviendo el cine español (un cine ciertamente injuriado, denostado y estigmatizado por su propio pueblo) es probablemente uno de los mejores de su historia. La cantidad de obras que tienen cosas que contar, y de manera atractiva, está superando incluso el número de ofertas internacionales que el público medio está acostumbrado a consumir en salas. A ello se deben dos factores: la multiplicación de nuevos talentos en la dirección con llamativas óperas primas, y la consagración de la mujer cineasta como algo normalizado en nuestra industria cinematográfica. Pues bien, ambas cosas se dan en la figura de Carlota Pereda, con su película “Cerdita” (prestrenada en el Festival San Sebastián), una cinta que tiene en su género y su tono un merecido logro.
Esta obra de terror juvenil veraniego puede tener reminiscencias de clásicos del género estadounidense como La matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, Tobe Hooper, 1967), Sé lo que hicisteis el último verano (I Know What You Did Last Summer, Jim Gillespie, 1997), o del cine de Wes Craven, pero tiene una fuerte impronta española que la desmarca de todo ello. En este sentido, puede recibir también alguna influencia de Alex de la Iglesia, pero más en cuanto a personajes que en estilo. Ambientada en un pueblo de Extremadura, en el que la sensación claustrofóbica, las terribles temperaturas del estío, y el brutalismo de la España profunda acentúan aún más ese tono turbio en el que el terror nos es servido a pleno sol, discurre una historia donde el bullying y el trastorno mental están conjugados con elementos recurrentes del género como la carne de cerdo y los mataderos, y donde la premisa está clara: si nos comportamos como cerdos todos podemos acabar como ellos. La denuncia antiacoso está impresa de la misma manera, satisfactoria, dinámica y un tanto salvaje, que el tono de la película. Desde su potente arranque, la cinta nos interpela y atrapa manteniéndonos en un constante nivel de tensión y atención del que es difícil que se nos baje, y que, aunque por momentos es cierto que pueda parecer que vaya a flaquear en ello, rápidamente se recompone. La cinta llega incluso a ponernos en evidencia, a situarnos, por oposición (claro está, desde nuestra posición de seguridad en unas butacas que nos sitúa a años luz de la ficción que vemos), en un lugar de barbarie muchísimo más deleznable que el de las propias adolescentes a la que se les censura su comportamiento. Y es que “Cerdita” te incita a pagar daño con sangre.
El filme juega formalmente con los mencionados motivos asfixiantes, mezclados con la obscenidad de la cercanía y enfoque de la carne (a modo ambiental, nunca irrespetuosa con el espectador), y sobre todo con el físico de la protagonista (Laura Galán), que hace suya la película pese a que su personaje llegue a las situaciones involuntariamente, de rebote, y abusada por un destino avasallador que la empuja con un látigo hacia donde nunca quiere estar (en una demostración de una muy buena escritura de la propia Pereda). Todo este microclima que es el guion se ve cerrado con un broche final coherente a la trama y acorde al tono de la obra, resultando en una película completa y homogénea pese a lo caótico de los sucesos.
España y su entorno rural nos está dando este 2022 historias de retrato social costumbrista como Alcarràs (Carla Simón), de realismo mágico como Secaderos (Rocío Mesa), y hasta de miniatura experimental con tintes existencialistas como Tenéis que venir a verla (Jonás Trueba). Pues Carlota Pereda se suma con otro género totalmente diferente a dibujar mediante la ficción una parte que siempre ha sido muy importante en el país: sus pueblos y su campo.
1 thought on “‘Cerdita’: el campo español nos alimenta insaciablemente de películas”