Mario C. Gentil / 13.01.2023
La entrega, de Pedro Díaz, que ha sido nominado a Mejor Cortometraje de Ficción para la ceremonia de los Goya 2023, y protagonizada por Ramón Barea, es una pieza que conjuga un problema de salud mental, la superación de un trauma, el reflejo de la brecha tecnológica y el inicio de una relación de amistad. Para ello Pedro Díaz decide no desperdiciar un solo instante, con un montaje de un ritmo alto, sin llegar ni mucho menos a lo frenético o presuroso, pero en el que cada sucesión de planos tiene un marcado aire de avance. Esto, junto con una música inicial vitalizante de Alberto Torres, le dan a la cinta un clima de impulso, de asistencia al protagonista; tal y como hará el detonante personaje interpretado por Ferrán Vilajosona. Todo ello impregna la cinta de un aire “tolkiniano”, con ecos de la novela el Hobbit, en el que el protagonista necesita el empujoncito para superar el umbral. Pero mientras que en uno se hace a la aventura de una obra de fantasía, aquí se aborda, desde el realismo, y con la responsabilidad que conlleva el asunto, la lucha por la superación de un trauma que asume al protagonista a una apertura tecnológica, y a la vez, humana. Se da con respecto a la obra del escritor británico una inversión de roles, donde el joven es el encargado de ayudar al senior, donde la modernidad de lo industrial (en este caso transvasado a lo digital) está mirado como algo positivo. Y es que, pese al drama de la temática, subyace en todo momento un aliento esperanzador, que acerca la máquina con lo humano, lo antiguo con lo nuevo, el pasado con el presente, lo interior con lo exterior. Aquí el camino no conduce a miles de kilómetros, pero el trecho a recorrer puede ser mayor: la superación de años de soledad, de años de autoenclaustramiento, y la búsqueda de un recuerdo que restituya y sane de un sufrimiento que ha empequeñecido los horizontes de una persona. La cinta, desde un formalismo vitalista joven e iniciático, consigue contarnos la historia de un renacimiento, y a la vez, del final de un oscuro tramo de una vida; para conseguir un tesoro que no es sino una difusa canción ligada a un recuerdo, y que supone el descanso de un dolor.
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