Mario C. Gentil / 13.01.2023
Ramón Barea, actor de una larguísima trayectoria en el cine español, y nominado en esta edición como mejor actor de reparto por su participación en Cinco Lobitos, es el protagonista de La entrega, cortometraje de Pedro Díaz, nominado a Mejor Cortometraje de Ficción en la ceremonia de los Premios Goya 2023.
¿Qué te hizo involucrarte en el proyecto?, ¿conocías a Pedro Díaz de antes y su forma de trabajar o te llegó el guion y ahí empezó todo?
No conocía a Pedro de antes. Me hicieron un primer aviso de disponibilidad y me mandaron el guion. Yo les dije que me gustaba mucho, que me parecía una historia muy interesante y con muchas capas. Hablamos de fechas. Luego fue un recorrido en el que yo debo de reconocer la perseverancia de Pedro y de su equipo, porque yo tenía unas dificultades de fechas, estaba con una obra teatro y movieron hasta tres veces las fechas para que yo pudiera hacer el corto. Pero fue un flechazo con el guion, cosa que no siempre pasa… a veces hay que desentrañarlos. Pero esta, de entrada, me parecía una historia muy maja y directa. En ese momento que estábamos de pandemia y todo ese lío todavía esta cosa del miedo a enfrentarse con el exterior. Había resonancias ahí, y todavía te influía la lectura con más intensidad, porque sin ser el argumento de la película, que no tiene que ver con la pandemia, pero sí con el miedo y con la renuncia a hacer cosas que desearías hacer. Además, me acuerdo que en aquel momento se decía “esta cosa de la pandemia hay que evitar los grupos de riesgo”, de pronto como que se declaraba y aceptaba socialmente que a partir de una edad ya no tenías demasiado interés. Parecía que los culpables de la pandemia eran los chinos por un lado, y los señores mayores de las residencias que no hacían más que contagiar. Yo recuerdo que alguna productora, cuando la pandemia se pensaba que iba a durar un par de meses o tres, decían “es que no podemos parar la industria audiovisual, lo que sugerimos es que evitásemos los grupos de riesgo de los rodajes”. Esa sensación de cuando empieza a declinar la vida, cuando uno renuncia por miedo, o por falta de comunicación, eso estaba contenido en el corto. Y todavía habiendo pasado el pico de aquello, sigue quedando un poso: han aumentado las enfermedades mentales, los tratamientos, los insomnios, etc, en ese entorno se mueve La entrega y mi flechazo fue ese, seguramente fruto de ese momento, a mí me pareció magnífico esa historia.
¿Te costó ponerte en la piel de Armando? En parte me has respondido ya a esta pregunta en cuanto a la dificultad para salir al exterior, que es lo que vivíamos todos durante la pandemia, pero ¿compartes la brecha tecnológica de tu personaje?
Eso lo entendí, me resultaba divertido. Conozco a gente de mi generación que les supera un poco las posibilidades de manejo de las cosas digitales. No es mi caso, yo utilizo redes sociales, escribo en el ordenador. Pero sí es verdad que cuando se avecinaba la posibilidad de cambio a lo digital yo tenía un cierto rechazo, y eso que yo no era un señor mayor como soy ahora. Pero en ese momento decías “eso del móvil es un disparate”; o pensabas que eso no iba a ir contigo, que no lo ibas a usar. Recuerdo que pasar de la Olivetti (máquina de escribir) al ordenador, eso era horrible, se me iban los dedos por el teclado, además se me borraba todo el rato porque no sabía que había que archivarlo… ósea toda esa primera fase, toda la mutación a lo digital yo confieso que lo llevé mal, pero creo que fue algo general en muchos ciudadanos, la gente más joven estaba más dispuesta a hacerlo. Pero en mi caso, yo no me parezco a Armando (protagonista), yo estoy en otro punto, pero lo entendía, tenía en la memoria ese susto porque empieza a haber cosas a tu alrededor que no entiendes o manejas. A mí me pasa con determinados programas o aplicaciones, que las desconozco o no me interesan o de momento… yo estoy seguro que utilizo una proporción de la tecnología digital muy pequeña, pero no me asusta, no las desconozco.
La entrega tiene muchas capas: aparte de reflejar la brecha tecnológica, de mostrarnos el lado positivo de las nuevas tecnologías como método contra el aislamiento, de ser un relato de amistad, de abordar la salud mental y la superación de un trauma… ¿hay algo más que se nos escape?
Yo creo que es eso, está muy bien lo que dices. O sea, es el descubrimiento de que el miedo está dentro de nosotros y somos nosotros mismos los que tenemos que superarlo. Este hombre hasta que no acepta el riesgo, salir de su miedo… porque quiere buscar algo mejor, una canción que busca, algo muy etéreo… es el factor que nos habla de que estos miedos son superables y que la alegría que produce rebasar el límite de lo que nos encierra es grande. Yo creo que es un ánimo a traspasar el cerco de esos miedos pequeños, cotidianos, en los que uno corre peligro de instalarse y encerrarse cada vez más. Pero yo creo que es eso la necesidad del otro, de comunicación, de completarse con lo que nos rodea de alguna forma. Tiene tantas resonancias que no sé cual elegir, pero creo que las que has dicho son perfectas.
Aparte del descubrimiento de internet, lo que empuja de verdad a superar el trauma es la ayuda humana, que se refleja muy bien entre los dos personajes, ¿cómo fue la compenetración con Ferrán Vilajosana?
Somos dos personajes que convivimos todos los días de rodaje, que en los ensayos y comunicaciones previas nos vimos y hablamos. No nos conocíamos ni había hablado nunca con Ferrán y yo creo que la verdad generacional, y la diferencia de edad, y todo eso ayudó a que los personajes estuvieran cerca. Él realmente no tiene ningunas limitaciones tecnológicas, es un tipo que siempre tiraba del móvil y tal y cual… había mucho de realidad en el asunto y por lo tanto la compenetración fue muy rápida. Hicimos algunas cosas improvisadas cuando estábamos jugando a manejar el ordenador, ya que nos dejó Pedro enredar y hacer un juego largo, pues acabamos riéndonos, porque todo el juego alrededor del ordenador era muy divertido. Y ahí había una parte real de Ferrán, tenía una familiaridad que yo no tenía a su mismo nivel. El entendimiento fue instantáneo, desde el primer día que nos vimos, que fue precisamente en una videoconferencia entre Pedro, Ferrán y yo, enseguida estábamos ya imaginando cómo eran los personajes, o tratando de entenderlos.
¿Por qué un actor de su trayectoria sigue abierto a participar en proyectos a priori más “pequeños”, cosa que no es lo habitual? Repasando su larguísima trayectoria, casi que no existe el año que no haya participado en un cortometraje
Pues no lo sé, me ha venido así, no me lo he propuesto. Normalmente digo sí. Cuando me llaman lo primero que les digo es “no me mandes el guion ni nada, dime primero fechas», porque vamos a ver que yo pueda, o me toque en un momento que no esté con cosas de teatro o con alguna obligación. Siempre les digo eso. Y luego yo repaso mi tradición en cortometrajes, que esos cortos de gente joven iban a ser luego lo que fueron. Participé en el primer cortometraje de Alex de la Iglesia (Mirindas asesinas, 1991), el primer cortometraje de Pablo Berger (Mama, 1988), el primer mediometraje casi industrial, aunque había ficción, de Enrique Urbizu que hizo para el grupo de El Correo (periódico), o que me iba a llamar Icíar Bollaín cuando pensaba que quería hacer cine e hizo su primer corto… he tenido la suerte de que las cosas que me han ofrecido de cortos siempre han sido cosas interesantes, de realizadores o realizadoras que luego han tenido una proyección grande. O sea, que sí, he convivido con ello. Me parece que es un reto tan importante para un actor como hacer un largo. Un largo dura más y son más días, pero la creación de un personaje, el riesgo… es exactamente igual en un corto que en un largo para el intérprete. Yo he seguido haciendo cortos y no he tenido la necesidad, creo que nunca, de decir “mira no lo voy a hacer porque no me gusta nada”, y siempre me he puesto al servicio de quien lo dirige, incluso, aunque sean cineastas que no tienen experiencia, o que yo tengo mucho más. Y cuando me han pedido “Ramón tú dime lo que sea del guion, o del diálogo”, y yo siempre les digo nada más tener el primer contacto: “mira, no, es tu corto, es tu proyecto, es tu idea y tu guion, y yo voy a hacer disciplinado y voy a estar al servicio de esto. Si nos pegamos una hostia nos la pegamos los dos, pero es tu propia historia”. Cuando yo hice mi primer corto como realizador, tardío ya, en los años noventa, sabía lo importante que era para mí hacer ese corto, las vueltas que le di. Parece que es lo más importante del mundo en ese momento, lo entiendo. Entonces yo creo que lo suyo es decir: “yo haré esto empleando toda mi experiencia, pero nunca te voy a poner en cuestión lo que estás haciendo ni nada”. Y eso me ha ido bien, no he hecho ningún corto en el que piense “para qué he hecho esto tan horroroso”. Siempre ha sido positivo. Un corto me llevó, aunque no fui por mi fobia, como el personaje (ríe), en este caso al avión, a los Oscars con el corto de Borja Cobeaga… a mí me han dado muchas satisfacciones.
¿Cree que el sistema de distribución y exhibición de los cortometrajes falla? Lo digo porque salvo la oportunidad de verlos en los festivales de turno, es difícil para el público acceder al visionado de ellos, lo que no veo lógico ahora con auge de las plataformas. Y esto, a mi parecer, es una losa más que sitúa a los cortometrajes en un rango inferior frente a otros formatos, cuando estamos ahora ante una muy buena oportunidad de que ocurra lo contrario.
A mí me parece que tienes razón, antes si me acuerdo que toda la aspiración de divulgación que podían tener algunos cortos, era que en las cortas épocas en las que se ponían algún largometraje antes de las películas, y no eran este tipo de cortometrajes, eran rupturistas o de ese tipo. Ahora es un momento en el que hay mucha producción, con lo cual la distribución es más complicada. Los festivales son una primera plataforma natural para que los espectadores lo vean, y es verdad que yo creo que las plataformas deben tener un apartado para cortometrajes, para que tú puedas acceder fácilmente. En los cines yo lo veo más complicado que en los festivales. Los festivales yo los veo una vía de divulgación, y cada vez hay más, y en ellos los cortos se ven. Miras el historial de los cortos y ves que tiene no sé cuantos premios, no se cuántas presencias en festivales, quiere decir que hay un meneo. Yo vivo en el País Vasco, es mi referencia, pero creo que pasa en más comunidades, y es que promocionan a veces editando un grupo de cortometrajes que se han hecho en esa comunidad, y a veces las televisiones locales o autonómicas también divulgan esos trabajos. Yo soy optimista. También es verdad que se hacen muchísimas más obras… un festival medianamente importante recibe dos cientos, trescientos trabajos o más para seleccionar. Cuando yo hice los cortos (como realizador) todavía era celuloide; estaba rozando el final, en los noventa ya se empezaba a hacer todo en digital, la edición digital… había menos posibilidades de hacer cortos, los medios de producción son mucho más asequibles, hay más gente haciendo cortos lo cual está bien, pero, por otro lado, hay un atasco de distribución. Pero también hay una cosa positiva, que es… “la competencia” entre comillas vamos a decir, esa competencia entre las obras que se van haciendo obliga a que cada vez se afine más el trabajo, que no vale solo el “he hecho un corto”, si no “¿cómo lo has hecho?”, “¿qué es?”, “¿qué calidad tiene?”, ”¿Cómo es la historia?”, ahora hay más elementos de juicio y esa especie de competencia hace que se estén haciendo cosas muy bonitas. Yo veo gente que me llaman de cosas de escuelas, o de prácticas de fin de curso que hace un equipo, y dices “qué maravilla”, ojalá hubiera tenido yo este nivel cuando hice mi primer corto, que lo hice por pura intuición. Ahora lo difícil es hacerlo mal, hacer una mala fotografía, hacer una mala edición… se ha avanzado mucho en ese sentido.
Esta es una pregunta que me gusta hacer a toda persona de la industria, por el año tan espléndido del cine realizado por mujeres, y aprovechando que has actuado en Cinco Lobitos (con nominación incluida) dirigida por Alauda Ruiz de Azúa, y que a lo largo de tu trayectoria has trabajado con hasta once directoras, ¿qué piensas de esta nueva ola de mujeres cineastas que no paran de brotar y que están renovando el cine español?
Yo creo que se nota que está teniendo presencia, cada vez más grande, una mirada femenina sobre la vida, la sociedad, los acontecimientos, y me parece que eso va a cambiar, como ya lo está haciendo, la sociedad, algunos hábitos y algunas inercias a muchos niveles. Para mí también ha sido accidental, pero feliz de haberme encontrado con Alauda Ruíz de Azúa, y estuve también con Estefanía Cortés en Edén. Y luego, es un año de mucha presencia de directoras importantes con películas que me han emocionado: La maternal, Alcarràs… en fin, yo creo que hay una entrada potente de directoras, y que van a ofrecer una mirada más especial, más singular, menos habitual. A mí me parece que Cinco Lobitos, por ejemplo, es una película sobre un tema que parece que ya se ha dicho todo (tema de la maternidad o de los cuidados), y de pronto descubres lo que ha variado sobre ello es la mirada de quien lo realiza. Es la vida, vale, el cine viene hablando sobre ella desde hace mucho tiempo, pero esta mirada sobre una parte muy sencilla de la vida es muy conmovedora, y es una película como que tenía que haberse hecho hace cantidad de tiempo, pero ni la industria le ha dejado, y a los “expertos” seguramente les haya parecido: “la maternidad, vaya lío… ¿no va a Marte? ¿dónde está aquí la acción?”. Y ha entrado, se ha colado por lo más sencillo, que es a la vez lo más difícil, la sencillez.
Para finalizar: ¿qué te ha supuesto este 2022, con las nominaciones para los Goya tanto de este cortometraje, como la primera nominación personal por tu actuación en Cinco Lobitos, aparte de otros trabajos realizados como Edén?
Una alegría enorme. Fíjate que yo siendo académico, votando y alegrándome de los premios y la felicidad que producía en la gente que lo recibía, compañeros y compañeras de los que yo me alegraba un montón, en mi caso es que yo jamás había ido a una ceremonia de los Goya, porque esas cosas multitudinarias me agobian un poco. A veces me entran fobias sociales, y porque me gustaba mucho verlo desde casa, era un espectador normal que me alegraba mucho cuando le daban un premio a tal película que a mí me había gustado. Yo creo que solamente he pisado la ceremonia en una entrega: fui a entregar un premio hace poco, cuando se hizo en Málaga, que fue una experiencia bastante poco atractiva porque a los entregadores nos tenían encerrados en una habitación aparte con un monitor de televisión. Toda la emoción de esto lo perdías. Y luego, he estado vinculado a muchas películas, que han optado a Goyas, la peli, la dirección, o intérpretes, pero nunca había estado nominado, es mi primera vez. Estoy encantado de la vida, y por otro lado asustado, porque yo he estado viendo los toros desde la barrera, pero tengo que ir allí y decir algo, ponerme la corbata y tal. Pues dándole vueltas a eso, pero con una alegría inmensa, y luego en un momento en el que las pelis seleccionadas me gustan todas. Habría que inventar el ex aequo y que no gane una, sino todas (ríe). Es una cosecha muy estupenda.
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