‘Great Absence’: un trauma nipón

Great Absence‘ (2023).

Mario C. Gentil 08.10.2023

Hace un año en la Sección Oficial de San Sebastián se presentaba la película japonesa A Hundred Flowers (Genki Nakamura, 2022), un drama sobre el Alzheimer y el trauma infantil. Un año después la muestra nipona a concurso parece tratar las mismas preocupaciones argumentales con una historia sobre un anciano con demencia que hace 20 años abandonó a su mujer e hijo, hoy este, lógicamente, ya adulto. En la sección Perlak del la edición de este 2023 pudimos ver Monster (Japón 2023) la última de Koreeda, un drama sobre un trauma infantil. Pues bien, podemos incluir a Great Absence (Kei Chikaura, Japón, 2023) en esta nueva y extraña lista de películas donde el trauma requiere de un guion complejo e imbricado, ejecutado con una narración y montaje no lineal, que va en consonancia con la sensación de demencia o que intenten reflejar las lagunas mentales del trauma. Y las agrupamos de tal modo no simplemente por esto, sino porque todas ellas pecan de una falta común: todas terminan por ser «sobreexplicativas» cuando han elegido unas formas que deberían ir en la dirección opuesta a una diáfana exposición final. En estos filmes no se abraza casi la duda (que por otro lado insisten y persisten en generar formalmente desde el comienzo); la solución y único punto de vista platónico de la verdad está pululando por encima de todo, aguardando, a que su resolución, sin ápice de duda, nos sea expuesta de manera diseccionada. A este grupo de actual cine japonés de buenas intenciones, pero, de falta de grises, pertenece la cinta de Chikaura.

Great Absence‘ (2023).

Tras la buena compostura de su debut Complicity (2018), el segundo largometraje del cineasta japonés tiene el atrevimiento de complicarse, pero no con buen resultado. El salto temporal en la narración, que ya presentaba en su primera película, se abigarra en esta tomando un alto grado de aparente aleatoriedad amoldándose al estado enfermizo de la memoria. Pero tal barroquismo en el desarrollo de la historia dificulta la claridad expositiva, que pretende subsanar más adelante, con lo que además cae en el problema añadido de la repetición. Quizás en estas obras debe reinar la duda, quizás la incomodidad debe ser mayor, lo gris aún más gris y lo tibio, tibio de verdad. Hay en Great Absence un problema de juegos e intenciones que solo hacen perjudicar el propio sentido de la misma, e incluso que algunos sentimientos puedan ser malinterpretados. Además, al igual que ocurría con la cinta de Chikaura, el cambio de punto de vista (de persona enferma a sana) tiende a equívocos, y se hace a veces con pequeñas trampas que luego no se sacarán a la luz cuando sí se pida el recuento clarificador. El Padre (Florian Zeller, 2020) sería el gran modelo a seguir en cintas que no hacen ese falseo. O, por el contrario, si se pretende realizar un juego con los saltos de perspectiva, A Hundred Flowers, mostró ser en este mismo lugar, una propuesta más rica. En esta edición del certamen, que tantísimo cine asiático esta mostrando, con multitud de cintas japonesas entre ellas, se ha elegido para la Sección Oficial una obra cuidada pero obscura; medida, pero con falta de ritmo; bienintencionada, pero fría; trabajada, pero con falta de hálito. Una cinta que su pone un paso atrás tanto para la programación del certamen, que ha hecho enflaquecer aun más el título con sus aciertos japoneses en otras secciones, como para el propio cineasta en su segunda película tras su más que correcto debut.

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