Mario C. Gentil /12.10.2023
Ryûsuke Hamaguchi es en la actualidad, probablemente, el gran cineasta japonés. Su cine, de un estilo formal tan liviano como un copo de nieve, alcanza con una asombrosa apariencia de facilidad lugares poco frecuentados. Evil Does Not Exist (Aku Wa Sonzai Shinai, Japón, 2023) es, amén de una gran película, otra prueba del estado de gracia de su director. Desde el 2015, año en el que rompió su propio techo con la cinta de 4 horas de duración Happy Hour (Happî awâ, Japón), cada pieza que saca Hamaguchi es algo único, diferente, e insólito: un autor con la capacidad de ahondar en la condición humana como pocos autores nipones han conseguido.
Apartado del bullicio de la gran ciudad, casi rimando con el último tercio de su anterior película (Drive My Car, Doraibu mai kâ, 2021, Japón), Hamaguchi posa su mirada en los bosques nevados de la prefectura de Nagano, concretamente en un pequeño pueblo que ve amenazado su ecosistema con la llegada de una agencia que pretende construir un complejo turístico. El cineasta vira con respecto a su anterior película hacia el entorno rural, y también hacia una mayor sencillez de sentimientos. No por ello la problemática de la que aquí se habla es menor, sino todo lo contrario. Alejarse de las vicisitudes postmodernas urbanas conlleva poner el foco en sentimientos más atemporales y en conductas menos cambiantes e inestables. Sin embargo, Hamaguchi lo hace contrastando al chocar a los habitantes del lugar con la agencia de la ciudad que va a perturbar equilibrio y la sostenibilidad de la zona. De un inicio sin apenas conversaciones, con sonidos naturales, la armonía se rompe cuando llegan los diálogos, recurso que en Hamaguchi siempre atiende a las preocupaciones de actualidad. Es aquí donde vemos expuesta toda la ridiculez de la existencia capitalista (por ende, egoísta) en su escala de valores, y su exótica y ofensiva relación con el entorno rural. Pero también del peligro que conlleva la interacción con este sistema económico, que, como una gorgona, si te mira te mata, ya sea que llegue imponiendo o con predisposición colaboradora. La pérdida es inevitable. Es entonces cuando la parábola ¿obliga? a la defensa. Un final sorpresivo, circular en su guion, y con cierto espacio para las diferentes interpretaciones de los espectadores, en el que se abren a debate cuestiones morales, e incluso, puede dar pie a elucubrar sobre “la realidad” del mismo dentro del relato.
Evil Does Not Exist supone una nueva consecución de un artista que tiene la capacidad de exponer sistemas económicos o poner en juego sentimientos universales sin necesidad alguna de elevar la voz, ya sea explícita o formalmente. También una muestra más de que Ryûsuke Hamaguchi tiene un ancho y alto campo de juego, en el que puede hacer películas cortas y largas, sobre jóvenes y sobre gente madura, del campo y la ciudad, de lo postmoderno y de lo atemporal, de lo japonés y lo universal. Dejando huella, mas sin hacer ruido en la nieve, transitando sutilmente bajo la bóveda celeste.
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