Todo a la vez en todas partes: el elogio de lo absurdo

Fotograma de Todo a la vez en todas partes (2022).

Mario C. Gentil / 09.06.2022

La comedia estadounidense Todo a la vez en todas partes, dirigida en dúo por “Los Daniels” (Dan Kwan y Daniel Scheinert), está desde la semana pasada en las salas de cine. Una película que no dejará a nadie indiferente.

La cinta trata sobre una familia china inmigrante en Estados Unidos que da saltos en el tiempo y de los que depende la salvación de todas las realidades del multiverso. Desde esta premisa tan abierta y aventurera parte un filme que el espectador no se verá venir por mucho que intuya su estilo antes de contemplarla.

Todo a la vez en todas partes tiene un ritmo endiablado, es tremendamente imaginativa, tiene un diseño de producción loable, un vestuario a veces hipnotizante y un montaje que demuestra una habilidad técnica total. Pero ese virtuosismo técnico no da como resultado una película asombrosa, pues el efecto sorpresa que pretende deriva en un abuso de lo estridente. La calidad de algo no reside en la capacidad para hacer una cosa concreta, como el que da pataditas a un balón cuando no hace falta, sino en saber cuándo usarlas para que en el resultado final gane el conjunto.

La película es fantástica y surrealista, un alarde creativo, colorista, con puntos muy originales, y en la que creo entender la intención del filme. Pero todos estos elementos que tiene positivos, por exceso, también corrompen el resultado final. La obra toma un ritmo demasiado rápido muy pronto, y ya no lo suelta hasta el final, en demasiado metraje para tanto artificio. Este no parar de situaciones absurdas, algunas con puntos cómicos muy agudos, otras redundantes y de gracia fácil, hace que a la película se le pueda coger hastío antes de alcanzar siquiera la media hora.

Fotograma de Todo a la vez en todas partes (2022).

Aun así, a mucho público gustará, pues habrá bastante gente, acostumbrada a la inmediatez de los impactos visuales, que se contentará con liberar endorfinas. También agradará a la gente que se complace en un excesivo humor trivial. O simplemente a personas que busquen un divertimento sin tener que elaborar pensamientos propios un solo segundo sobre lo que está viendo, que es perfectamente entendible.

Por otro lado, es demasiado aparatoso todo para intentar meter una reflexión seria de algún tipo, como equivocadamente el guion hace en su final. La cinta traiciona su propia y pretendida absurdez introduciendo un intento de moraleja, contradictorio y cambiante, que al espectador le costará encontrar claramente el significado, pero al que probablemente le de igual si ha llegado complacido hasta aquí, pues al salir solo recordará esta fiebre de destellos. Y es que al fin y al cabo es otra película que se deja llevar, de una u otra forma, por conceptos del más tópico cine yanqui.

Todo a la vez en todas partes tiene los buenos elementos anteriormente mencionados, pero para el que escribe, no ganan al tedio que produce tantas situaciones locas. Mucha sorpresa no sorprende. Vayan al cine y juzguen ustedes mismos, porque mi visión es solo mía, y en la sala de cine han ganado las risas de los demás a mis ganas de irme.

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