Jaime Pinto Llosa 22/06/24

La tierra de los altares, un documental dirigido por Sofía Peypoch y estrenado en 2023, es una obra profundamente personal y experimental que examina el impacto del trauma y la memoria. La película sigue a la directora mientras regresa al lugar donde fue secuestrada, buscando en la oscuridad y el silencio los rastros de una memoria enterrada. Este viaje introspectivo se entrelaza con las historias de otros que replican su gesto quimérico, convirtiendo la tierra en un testigo inmutable que se niega a olvidar.
Desde el inicio, el documental nos sumerge en una atmósfera de misterio y contemplación. En medio de la oscuridad, un haz de luz revela una figura desenterrando algo con sus manos. La voz en off de Sofía introduce al espectador a un espacio de introspección y dolor. “Recuerdo solo ver momentos del suelo y mi pelo,” dice, marcando el tono de una exploración que va más allá de la simple narración de eventos, adentrándose en los recovecos de la psique humana afectada por la violencia.
La propuesta de Peypoch elige un enfoque sutil y menos explícito para abordar la violencia, utilizando un lenguaje monólogo, de sonidos reflexivos, un mundo sonoro que invita a la reflexión que permite desentrañar la memoria de manera poética. Las imágenes transitan entre lo onírico y lo real, presentando la tierra no solo como escenario de violencia, sino como un archivo vivo de memorias.
Entre las diversas secciones del documental, destaca una entrevista con dos antropólogos que trabajan en la identificación de huesos. Esta escena es impactante y resuena a lo largo de toda la película, abordando el tema de las desapariciones, la muerte, y cómo leer los huesos para identificar a las víctimas y personas desaparecidas.
La película mexicana ”La tierra los altares” fue la ganadora del máximo premio, City of Lisbon Award, a la mejor película en competición internacional en la 21ª edición de Doclisboa. . La película también fue ganadora del New Talent Award – TVCine Channels Award a la Mejor Ópera Prima (más de 60 minutos).

La dirección de Peypoch para combinar lo personal con lo universal es una proeza de mucho talento. La fotografía, a cargo de la propia Peypoch, es evocadora, utilizando la oscuridad y la luz para crear una atmósfera inmersiva. El diseño sonoro de Francisco Gómez Guevara y Yamir Perea refuerza esta atmósfera, utilizando el silencio y los sonidos ambientales para sumergir al espectador en el mundo interno de la directora.
La estructura fragmentada del documental refleja la naturaleza discontinua de la memoria. Esta elección estilística permite una conexión más profunda con el proceso de recordar y sanar de Peypoch. Que fuerza al espectador a imaginarse y transitar por el universo dramático del documental.

A pesar de ser un relato de horror, secuestro y denuncia social, el documental se centra en la depuración de estos sentimientos y convierte la experiencia en una gran reflexión sobre lo que sucede en México con esta violencia. Genera una dolencia que, al igual que la memoria, parece lejana y pasada, pero que en la superficie grita, hiere y sangra. A nosotros, los espectadores, nos cuentan una historia apagada de luces, enterrada, que poco a poco se desentierra para darse una segunda oportunidad, sanar la huella y encontrar otras salidas.
La imagen final de ella atravesando descalza el bosque es simplemente la trascendencia del dolor y el trauma superados por la gracia del cine, el arte que lleva nuestras historias personales e íntimas a otro nivel, donde puede interactuar con el colectivo humano y mostrar virtudes como el perdón, la superación, la generosidad y el compartir. Es una imagen bellísima que culmina perfectamente este documental muy especial.
Aquí hay una entrevista muy esclarecedora a la directora, imprescindible.
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