‘Somebody’s Flowers’: transitar las dos caras de un accidente

Mario C. Gentil / 16.03.2023

El pasado 2022 la cinta japonesa A Hundred Flowers (Hyakka, Genki Nakamura), presentada en el Festival de San Sebastián, abordaba con un lenguaje cinematográfico expresivo, que llegaba a lo onírico por momentos, una cinta sobre el Alzheimer, que no era sino el punto de partida para desarrollar otro tema que terminaba por ser el centro de la propuesta: un trauma no superado. Caprichosamente, otra cinta nipona con la palabra Flowers como título, Somebody’s Flowers (Dareka no hana, Yôsuke Okuda), anterior en producción (2021), pero que no ha podido visionarse en España hasta ahora gracias al Japanese Film Festival Online, parte de la misma enfermedad degenerativa para tratar temas análogos. En este caso, la obra de Okuda enfoca desde una toma de elecciones formales más contenida, pero a la vez muy rica y ajustada a cada momento, la dificultad de la superación del duelo.

Desde la perspectiva de Takaaki (Shinsuke Kato) se abre una película que cabalga, sin perder a su protagonista inicial (un descuidado adulto hijo de un anciano cuyo padre, debido a su enfermedad, lo confunde con su fallecido hijo mayor Kento), por diferentes personajes para dotar al relato de una esencia coral. Así lo asienta un paciente primer plano de perfil en el que se detiene para ver cómo aquel observa desde la ventana de la casa de sus padres el inconsciente conato de fuga de su progenitor interrumpido por su madre. Posteriormente a esta escena vemos a hijo y madre en término medio, entre otras dos mesas de un restaurante (una en primer plano y otra al fondo), situando la cinta en un drama social, común al resto de ciudadanos. Y es que la cinta, que tiene la habilidad narrativa de no decantarse rápidamente en su dirección, acaba por situarse en una obra que versa sobre culpables y víctimas, y cómo la situación, y la mirada, puede cambiar según el lado en el que uno se encuentre. Aun batiéndose en la duda, es una película que se adapta formalmente con solidez a cada personaje, así como busca una superación de la pérdida en la transigencia, en el proceso de dejar ir el dolor y la rabia. Esta capacidad adaptativa que, visualmente, siempre desde la contención, tiene desde su comienzo, es la que los personajes, puede que sin ellos mismos saberlo, luchan por conquistar.

Nos encontramos ante un cine cuidadosamente estudiado y medido, donde a pesar de tanta planificación formal no termina de esclarecer un camino emocional unívoco, lo cual juega en el favor del fondo, que esparce un terreno para un debate más rico de lo que una sola direccionalidad adjudicaría. Somebody’s Flowers abre la puerta a una reflexión en busca de un avance moral enfrentando a personajes en los que la moralidad se pone en tela de juicio. Al fin y al cabo, este ejercicio mental es una lucha contra la oxidación cerebral y contra la cerrazón en la que a veces el ser humano se cobija.

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