Mario C. Gentil / 27.07.2022
Desde el pasado viernes 22 de julio se encuentra en cines ‘Lunana, un yak en la escuela’, una de las pocas películas que ha producido Bután en su historia cinematográfica. Al frente, el director Pawo Choyning Dorji, que hace su debut, y que también escribe la película.
Nos encontramos ante una cinta entrañable, que nos muestra la belleza de su paisaje, la candidez de sus gentes, y que, pese a que pueda parecer una película dócil, sin rastro de oscuridades, casa con la idea que se vende (no sé si real o manipulada) del país, al ser un relato de gentes humildes, pero de una alegre, educada y amabilísima predisposición. Aun así, la película no peca de esta blandura que parece transmitir a ojos occidentales, pues se nos cuenta una historia del choque cultural y generacional dentro de la propia nación, y una problemática de la juventud butanesa: sus ganas de salir del país y la dificultad de éste para motivarlos a quedarse.
La cinta trata sobre un profesor (Ugyen), que no tiene vocación, pero por contrato, tiene que cumplir un último año de enseñanza. Además, su ilusión es salir del país. Una empleada del gobierno, ante su desmotivación, lo manda a Lunana, la aldea más alejada del país y a la escuela más aislada por tierra del planeta. Allí, Ugyen, sentirá el choque cultural entre ciudad y la aldea remota, que removerá su interior.
El filme desde su primer plano nos capta y seduce los sentidos, con un paisaje y una música a capella, bella y pacífica, que nos acompañará en su discurrir, recurrente y adecuada en el discurso de la historia. El gran apartado de la cinta, pese ser completa en los otros, es la magnificencia de su fotografía (Yi Chen Chiang, Duu-Chih Tu) pues el paisaje del Himalaya, está exaltado a unos niveles de verdadero deleite visual, y sin quedar como una mera imagen postal, pues hace al espectador imbuirse en su naturaleza.
Los personajes, están también captados con un cariño y un aprecio total, tanto en su apariencia estética costumbrista y tradicional, como por sus sencillos y sinceros corazones. Además, se nos muestra la relación de esta parte rural butanesa con el medio ambiente, tan recíproca, respetuosa, mística y de creencias mitológicas, pero profundamente humanista.
La cinta tiene reflexiones existencialistas, sobre qué es lo que queremos, a dónde vamos o sobre la identificación con el entorno, el país, y la cultura propia. Pero es también una de esas películas que todo enamorado de la enseñanza debería ver. ‘Lunana’ tiene conexiones con dos títulos del cineasta chino Zhang Yimou que comparten como topic la enseñanza: Camino a casa (1999), por su lirismo (sin llegar a su grandeza poética) y por la reivindicación de una cultura rural que se pierde con las nuevas generaciones. Y Ni uno menos (1999), debido al sentido del deber, al cierto abandono de las escuelas rurales por parte del gobierno, y a la ayuda colectiva para suplir esas deficiencias que la pobreza acarrea.
‘Lunana’ es una película que embauca, un tipo de cine un tanto complaciente, pero comunicador y exportador de la cultura de un país para nosotros muy exótico. Es una ventana a la que hay que asomarse, una obra que no hay que perderse.