Mario C. Gentil / 27.09.2023
Hay que dar fe, antes que nada, de que es un hecho que el cine de Martín Rejtman es siempre sui géneris. Sigue poseyendo un enfoque del que no se ha desprendido en ninguna de sus obras de ficción, ni en esencia, ni en estilo: un tipo de cine casi único si se contrapone al grueso de las comedias de la esfera. Situaciones surrealistas y personajes absurdamente alienados; diálogos relatados con una cadencia pretendidamente monótona que estiran la tremenda comicidad del discurso; un reparto actoral que aguanta ante una cámara fija que ahonda en la ridiculez ontológica de la existencia. Personajes que cambian de ubicación y vínculos con un azar casi subatómico. Con los mimbres de siempre se presenta La práctica (2023), en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián. Se puede convenir que es una obra que llega a la meta y que supera en nivel a muchas de sus competidoras.
Apuntados los pilares, toca señalar que la obra argentina se muestra algo repetitiva y endeble con respecto a la propia filmografía del cineasta, donde en la propia comparación sí sale perdiendo. El caudal de ingenio de las cintas de la cima de su trayectoria como Silvia Prieto (1999) o Los guantes mágicos (2003) es muchísimo mayor, constante y agudo. La carga argumental que portaban también se irradiaba con una fuerza y puntería mucho más resonante. La practica viene despojada de un fondo de calado que se yuxtaponga con esa comicidad. Por otro lado, la originalidad del propio Rejtman se divisa reducida conforme a sí misma, no solo por el ritmo y la cadencia, sino por los propios argumentos sobre los que se cimenta. El auge del yoga o el veganismo como elementos con los que erigir una comedia absurda se ven algo obsoletos en 2023. Quizás cinco o diez años antes esta elección no hubiese llamado la atención, pero el mundo gira rápido y la actualización de los focos de costumbres absurdas avanzan constantemente.
La práctica no supone, ni una evolución, ni una nueva genialidad. Por otro lado, no hay tampoco que dejar de desmerecer el valor de mantener una frescura de trazo y una construcción narrativa propia que sigue funcionando. Se adviene como una cinta que cumple con el neófito, pero que, sin embargo, dejará un leve regusto de insatisfacción al exigente seguidor de culto. Aun con ello, bate a todas las comedias que se han presentado al Festival, que no han sido, ni pocas, ni de calidad.
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