Mario C. Gentil / 26.07.2024
Historia de pastores (2024), debut del joven cineasta de Granada Jaime Puertas Castillo, tuvo su première mundial en el Festival de Rotterdam, y su estreno nacional en el Festival de Málaga. Filmadrid también ha tenido el acierto de programar en su Sección Oficial una película que opone los conceptos de lo ancestral (su protagonista es arqueóloga) y lo futuro (situada en el año 2027), y que capta a su vez una realidad matérica que evocan lo documental y grita presente (tanto cultural, como propiamente lo hace su estilo fílmico) partiendo de su actitud contemplativa, y de la conexión de sus personajes con el entorno rural.
La mixtura entre elementos en apariencia disonantes, pero que conforman un todo que da sentido a la propuesta, sin invalidar su aspecto de rareza, es aquí esencial como también lo fuera en otra propuesta brasileña elegida por el certamen: A Paixão Segundo G.H.. En la cinta andaluza la constante sensación de (re)descubrimiento va de la mano de la misión de su protagonista. La cinta alterna recurridos mutismos con la música de Wang Lu que sirve de leitmotiv, y que emana, tanto resonancias atávicas, como pulsaciones fenomenológicamente novedosas. La fotografía de Àlvar Riu deriva en los mismos preceptos: varios son los planos en los que, desde dentro de los cortijos abandonados, la cámara situada a ras de suelo, recibe a su arqueóloga investigadora cual dolmen, que, tras milenios, vuelve a ser seno de pisadas: donde nada es nuevo, donde todo se ve por primera vez. La propia textura de la imagen, con algo de grano, pero a la vez muy bien definida, nos tensiona creando esa sensación de documento antiguo pero que está por llegar. La utilización de drones, apps, e incluso una inmersión en el virtual del 3D terminan de darle este acabado bidireccional, pero fuertemente cohesionado.
Historia de pastores tiene eco de otras producciones españolas contemporáneas: por un lado, se conecta con el proceso de búsqueda de una mujer de avanzada edad en territorios sureños casi inhóspitos y que nos acerca a la protagonista de La vida era eso (2020) de David Martín de los Santos. Por otro, el recorrido de búsqueda en la naturaleza local, y su paisaje árido y agreste, recuerda a Rendir los machos (2021) de David Pantaleón. También se pueden trazar líneas comunicativas con Espíritu sagrado (2021) de Chema García Ibarra, en la utilización de los neones y herramientas de tendencia artística futurista, que se mezclan con elementos costumbristas que rarifican y dotan a las escenas de un aire extraterrestre. Hay, a su vez, el aroma latente del humor entre silencios en ambientes arquitectónicos y museísticos de Las visitantes (2022) de Enrique Buleo. Y finalmente, mezcla una suerte de realismo mágico con realismo social y documental que nos aproxima a la obra de la también granadina Rocío Mesa Secaderos (2022). En esta red de caminos cinematográficos nacionales (y meridionales) se localiza la película de Jaime Puertas Castillo, una obra que, se adviene como novedoso objeto fílmico descubierto, pese a que conozcamos en gran parte algunas de sus coordenadas de referencia.