‘All Dirt Roads Taste of Salt’: el materialismo corporal a través de la intimidad

Andrea Villalón Paredes / 26.09.2023

¿Cómo plantear un tema tan complejo como el paso del tiempo, la herencia generacional y cómo esto os forma como personas? All dirt roads taste of salt es la opera prima de Raven Jackson que intenta abordar dichas cuestiones con una narrativa no lineal, a través de una cámara más subjetiva, que apuesta por la inteligencia del espectador que se ve forzado a formar parte de la afabilidad de las imágenes.

Planos largos sostenidos donde los personajes apenas hablan y se apoya en el ambiente que el mismo filme crea, siguiendo el estilo ya establecido por Chantal Akerman, pero también el de Agnès Varda en Les glaneurs et la glaneuse en la importancia de las manos, la materialidad de los cuerpos; un ejercicio antropológico y poético donde prima la importancia de la intimidad física en espacios domésticos en la que la directora ahoga al espectador en tradiciones familiares que definen a la protagonista que retrata, reflexionando así sobre la herencia genética y cultural. Su narrativa también recuerda a Evolution de Lucile Hadzihalilovic, donde lo audiovisual prima sobre lo literario. En el apartado técnico destacan unas imágenes en película, similares a las de Éric Rohmer o Mia Hanssen-Løve; una estética muy peculiar que solo el celuloide puede brindar a la gran pantalla. Se le suma el diseño sonoro que es por lo que más brilla la película, puesto que gran parte del ambiente sucede gracias a este; la lluvia que cae, corre e irrumpe en el silencio a través de la tormenta, todo a través de este filme fluye de la misma manera que este elemento: todo es un ciclo sin control al que solo podemos rendirnos, experimentarlo y dejarnos llevar.

All dirt roads taste of salt es una película que no es accesible para todo el mundo, pues exige de paciencia y mira activa para poder entrar en ella. Conmigo funcionó completamente, me introdujo de lleno en lo que quería contar e hizo que me quisiera sacar los ojos llorando mientras los créditos descendían. La historia sucede de manera tan sutil, pero a la vez explícita, sirviendo así para reflexionar sobre el nuevo materialismo feminista en referencia al tratamiento del cuerpo, pero a la vez es tan íntimo y personal que se siente casi invasivo. Una cosa es segura y es que es una película hecha para ser visionada en la gran pantalla. Esto es cine.

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