Mario C. Gentil / 19.04.2022
CODA, dirigida por Siân Heder, y elevada a la fama por ser la ganadora del premio a mejor película en los pasados Premios Oscars (la cinta, amén del más prestigioso reconocimiento, también se alzó con otros muchos galardones estadounidenses), es un remake de la francesa La Familia Bélier, realizada en 2014 por Eric Lartigau.
Si bien no entro a juzgar la cantidad o no de premios que merece, ni el porqué de sus obtenciones, sino que escribo para simplemente hablar del filme, debo dejar ya claro que no es ni por asomo la mejor película realizada en el planeta Tierra en el pasado año. Una vez asumido eso, también pienso que es una cinta muy disfrutable, sencilla, con una agradable forma y con un bonito fondo.
No obstante, la película se ve a veces tendente al típico maniqueísmo yanki, pero sin embargo, atribuyo esto más a la sombra de las influencias de cierto tipo de cine estadounidense, que a una sospecha real, pues la obra sabe salir de ellas de maneras habilidosas, cálidas y de indudable efectividad narrativa.
La cinta trata sobre una familia pesquera, que no conoce otro modo de ganarse la vida, en la que son todos sordomudos exceptuando la hija pequeña, y dependen de ésta para su interrelación con los demás, pues por la discapacidad de ellos, el núcleo se cierra demasiado en sí mismos. Ruby, la mencionada hija, que se pasa el día cantando y escuchando música mientras ayuda a la familia, decide meterse en el coro del colegio por un impulso amoroso.
CODA brilla en varios aspectos: su componente de comedia es, probablemente, lo mejor de la obra, pues alcanza momentos en los que la carcajada del público es inevitable. Por otro lado, es una historia que nos acerca una comunidad muy poco retratada en el mundo del cine, y lo hace de una manera cercana, creíble y planteándonos personajes con fuertes luchas internas, con virtudes y defectos.
También es una película que trata sobre la familia. Una historia que nos expone más modelos, haciéndonos recordar, que el concepto de familia puede llegar a ser uno, o a lo mejor varios, pero desde luego tiene miles de formas, una en cada casa. Por otro lado, en el personaje protagonista, se abre una subtrama, que en realidad es la que articula la película, en la que se da la diatriba entre la lucha por un sueño o el sentimiento de abandono hacia personas a las que amas, un drama también muy común y en el que en este caso vemos mezclado con la comunidad sordomuda, pero que puede tener infinitas versiones.
Los personajes están todos bien construidos, con la escala de grises comentada que los hace humanos, creíbles y atractivos. Y los actores que los interpretan están desde luego sobresalientes, lo que ayuda a una película en la que la credibilidad es parte fundamental para que una narración, por lo general más o menos convencional, no caiga en la mediocridad. Mención especial para las actuaciones de Troy Kotsur y Eugenio Derbez que consiguen hacer de sus papeles unos personajes únicos.
Los momentos musicales van acorde a su estándar narrativo, si bien no se puede negar que el efecto es sensitivamente placentero y complaciente sentimentalmente con el público. Pero es desde luego, en su aspecto romántico, donde la película se queda algo coja, pues nos deja una sensación de indiferencia la trama amorosa con la que realmente se detona el comienzo de los acontecimientos. Ni constructivamente está bien trazada, ni el personaje del chico está trabajado, ni tampoco el actor (Ferdia Walsh-Peelo) le da ningún tipo de personalidad para que no pensemos que ese personaje no pueda ser interpretado por cualquier otro actor que sepa hablar inglés.
En conclusión, CODA es una película que cumple con lo que pretende, que nos cuenta una historia que aporta, con una comunidad que no ha tenido mucho hueco en la gran pantalla, y que nos hará pasar un buen rato. Pero está lejos de ser una obra magna o que vaya a dejar algún tipo de huella por su habilidad cinematográfica.