Mario C. Gentil / 17.04.2022
Un sol salvaje es el primer largometraje que realiza la ECAES (Escuela de Cine y Artes Escénicas de Sevilla), ya que es el proyecto de fin de grado de la primera promoción de alumnos de la recientemente creada escuela. La cinta se realiza junto con la productora andaluza Solear Films. Fue estrenado en el Cine Nervión Plaza el pasado 15 de marzo.
La película, que consta de 7 relatos independientes, está ambientada en una Sevilla que sufre una suerte de distópica ola de calor en el mes de enero. Partiendo de esta situación, todas las historias parten de una temática común, que es el descubrimiento de una mentira o la revelación de una verdad, y un enfrentamiento de los personajes hacia ello.
Debemos aclarar que esto es una obra de estudiantes con la que finalizan sus estudios, por lo que la crítica se centrará mayoritariamente en los aspectos positivos, pues a juicio del que escribe no se puede exigir lo mismo a gente que acaba estudios que a profesionales que llevan años de bagaje y que cuentan con multitud de recursos y un aseado presupuesto.
Aun con ello, la obra en su conjunto sorprende pues las casi dos horas de película discurren con fluidez. También es cierto que, al estar articulada por capítulos, el interés se renueva con cada uno. Todos ellos, en mayor o menor medida, tienen un marcado sentido de la fisicidad, pero, que nos transportan a otra cosa mucho más profunda. También todos tienen un componente de misterio, cado uno a su manera, y que lo hace ser otro elemento unificador de la película. Además, la música de Jesús Calderón, le da un acompañamiento que aúna lo tribal y lo contemporáneo de la obra.
Katabasis, escrito y dirigido por Jordi Casas, es probablemente el más atrevido cinematográficamente hablando, aunque también el que deja traspasar sus influencias con mayor claridad, pues veo reflejos tanto de Polanski como sobre todo de Tarkovski y Lynch. Nos cuenta una historia asfixiante, que trata sobre la ansiedad del creador, y la mencionada revelación de una nueva verdad que se contrapone a todo el esquema de pensamiento anterior. Con una buena actuación del protagonista, está bien entendido por el creador la minimización de actuaciones nóveles para una primera cinta, en la que el diálogo no existe, y todo se da con la fuerza de la imagen. Esto es probablemente lo mejor del relato, pues a la capacidad para crear buenos encuadres, se le ve sumada la fuerza de una fotografía, por Gustavo Cerezo, que nos transmite al primer Velázquez, al de su etapa sevillana, donde destacaba su estilo de contraste tenebrista y los colores pardos.
La luna invertida, dirigido por Fernando Gamaza y José Fuentes, con guion de Luis Rosa, es quizás el más minimalista, tanto en tiempo, como en cuanto a estilo y puesta en escena, pues básicamente se trata de una historia contada en una conversación con un mismo tiro en casi todo el relato. Aun así, se le da dinamismo con cambios de planos y cierto movimiento de cámara, y sobre todo con el diálogo. En el poco movimiento de las figuras que hay nos muestra lo suficiente para situarnos en una Sevilla no tan distópica, sino más bien realista, de jerarquías, corrupción e influencias, donde la historia casi que se torna en thriller.
En busca del fresco, dirigido por Ana Angono y Maruky de la Cruz, con guion de esta última, quizás tenga la mejor puesta en escena y utilización de un espacio. A la contraposición entre una ola de calor en enero que nos remite a un futuro no tan lejano y la existencia todavía de un videoclub se le une la de los dos personajes, de diferentes generaciones. El relato respira tensión, tanto de misterio como sexual. El homenaje al cine con carteles y cintas en segundos términos que subrayan, en el buen sentido, los diferentes momentos, le dan un regusto cinéfilo a las imágenes. Es, probablemente, la que con el paso del tiempo más recuerde.
Problemas del norte, con dirección de Rafael Machín, y escrito por Álvaro Carnerero, tiene un planteamiento más convencional, que recuerda un cine andaluz más estándar. Nos cuenta una historia de personas que callan para no dañar y de precariedad. Un drama familiar en el que se refleja una Andalucía más cercana y actual. Este capítulo se ve en parte minimizado por las actuaciones.
Intruso, dirigido por Jordi Casas y León Sánchez Martín, con guion del propio León, es una historia que contiene tanto realismo como suspense. Un relato con una ambientación de terror, en la que las actuaciones están conseguidas y trasluce una buena dirección actoral. Se nos habla de temas como la infidelidad, el desengaño, el descreimiento, el miedo, y la total anulación tras una revelación que dinamita pasado, presente y futuro de una persona. Puede ser que sea el relato que más implique activamente al espectador durante el desarrollo, manteniéndolo atento en todo momento.
Yogurt, dirigido también por Fernando Gamaza, con guion de Álvaro G. Peralta, es una historia que deja un poso de tristeza, donde aparecen la soledad, la pérdida y el abandono propio. Es un capítulo sencillo pero efectivo, que con poco nos consigue transmitir lo que se pretende. Nos despierta la curiosidad y nos hace estar pendientes en todo momento del por qué del comportamiento del protagonista. A su vez, se da un cambio de formato de pantalla, algo que, aunque no sea la revolución del siglo, este que escribe no lo recuerda en otra película, y que el autor lo utiliza para jugar con el sentido de la trama.
Por último, Juerga Solar, relato con el que se abre la cinta hasta el título, para después servir de pieza final dentro de esta película multiautoral, está dirigido y escrito por Marina Arenas. Es sin duda la que mejor diseño de producción, vestuario, ambientación y dirección artística tiene. Es la única que se desarrolla al aire libre, teniendo en la fotografía, de Paloma Roussanova, una de sus mejores virtudes, y consiguiendo las autoras unas composiciones que puedan remitirnos a Julio Romero de Torres, pero que sobre todo me evocan al pintor sevillano Gonzalo de Bilbao. Esta es una historia mistérica, contada y protagonizada por un coro de mujeres, que parecen ser las moiras sevillanas de las historias que nos han sido anteriormente servidas. Visualmente lo considero el relato más atractivo de todos, siendo además buena narrativamente, con ese punto de misterio que todas las anteriores tienen, pero uniéndose esta más que ninguna a las raíces de la tierra.
Es desde luego un gran avance para el cine sevillano que tenga su propia escuela de cine, en la que cada año se formen nuevos alumnos y puedan darnos una pieza con la que presentarse al mundo, y donde empiecen a demostrar sus capacidades.