Clara Tejerina / 19.12.2023
Victor Iriarte estrena en la Seminci su ópera prima Sobre todo de noche (2023), una historia de violencia, de mujeres, de fantasmas, todo desde un prisma teatral. La propuesta de Iriarte, además de todo el complejo aparato formal por el que apuesta, destaca por su sensibilidad a la hora de mostrar la relación entre dos mujeres, Vera (Lola Dueñas) y Cora (Ana Torrent). A través de ellas y de Egoz (Manuel Egozkue) explora las heridas abiertas de la historia reciente de España. La historia empieza con los mapas y unas manos que los recorren. Los mapas muestran la ciudad de Madrid, llena de marcas y heridas, las manos siguen las líneas hasta llegar a una superficie de mármol, donde las líneas siguen construyendo las heridas simbólicas que recorren las manos, pues la herida no se queda únicamente en Madrid. De aquí pasamos al personaje de Vera, quien, desde su posición de mujer estándar de clase media, llena de ira, decide tomar el camino de la delincuencia. ‘Esta es una historia de violencia, de rabia, y de violencia’ pero la violencia se mantiene siempre fuera de campo, es la violencia contenida la que desborda, la violencia del contexto, la violencia de los actos, pero una violencia que no ruge, que no explota, y precisamente por ello es más violenta. Iriarte consigue hacer, con su sello autoral, un thriller complejo, una huida, un plan, todo a manos de una mujer que no aparenta ser una criminal, pero con unos buenos motivos para serlo.
En esta historia sobre niños robados Vera busca a su hijo y a su vez busca a la madre adoptiva del mismo. Vera y Cora se conocen, y se reconocen dentro de su dolor, de su pérdida, y de sus heridas. Cuando Cora tinta el pelo a Vera se produce un momento mágico dentro de la cinta, estas dos mujeres conectan y comparten sus heridas físicas, de esta forma, ven también las heridas emocionales que, a pesar de estar marcadas en diferentes puntos de vista, son a su vez parecidas y complementarias. Este mismo artefacto formal lo cuenta la propia película con los cambios visuales del formato. La película se divide en capítulos en forma de cartas, cada carta tiene su propio formato visual diferenciado. En la carta de Cora a Egoz la imagen cambia, con un gran fondo negro, y solo un prisma redondo en el medio donde sucede la acción. Mientras Cora habla en voz en off, la cámara sube en el teleférico de la ciudad de San Sebastián en la noche, mientras va ascendiendo la ciudad se queda más lejana, hasta que los árboles negros van deformando las imágenes, y mezclado con las luces cada vez más diminutas de la ciudad, va creando un paisaje cada vez más abstracto y a la vez más hermoso, en el que el espectador ya no sabe bien lo que está viendo, al igual que el personaje de Cora que se enfrenta a su nueva realidad.
La música entre teatral y operística, el material de archivo, los silencios o los gestos físicos serán esenciales en la formación de esta odisea de venganza y sororidad, en la que las heridas, los fantasmas y las mujeres se miran y reconocen en las calles, se camuflan en las ciudades, las habitan y transitan donde nadie las ve, pero dejan su rastro, sobre todo en la oscuridad de la noche.
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