Clara Tejerina / 11.12.2023
La nueva película de la lituana Marija Kavtaradze ahonda y se cuestiona las aristas, los límites y los paradigmas de las relaciones de pareja para buscar un entendimiento entre personas que se quieren pero tienen diferentes necesidades en una relación. Para ello presenta a Elena, profesora de danza contemporánea y a Dovydas, intérprete de lenguaje de signos. Kavtaradze explora el tema de la asexualidad en la pareja a través del personaje de Dovydas, quien se identifica como tal, esto supone que no siente ni sentirá deseo sexual por otra persona. La película aborda este tema desde el respeto más absoluto, este respeto empieza por no jerarquizar las sexualidades ni estigmatizar ninguna de ellas, evita poner una por encima de la otra tratándolas de forma horizontal, ambas coexisten y buscan una forma de entenderse y completarse respetando las particularidades de cada uno. Para ello Kavtaradze hace uso del juego de alturas, a pesar de que Dovydas (Kestutis Cicenas) es bastante más alto que Elena (Greta Grineviciute), al abordar estos temas siempre encuentran los elementos espaciales o encuadres necesarios para situarlos visualmente a la misma altura.
Utiliza un lenguaje simbólico muy interesante para unir y separar estos dos universos. Ella es profesora de danza, por lo tanto su representación es física, habita y está en contacto directo con su cuerpo y su sexualidad, esto lo muestra con planos muy cercanos del cuerpo y del movimiento que este genera, tanto con ella misma como en relación a los otros. Mientras tanto, la representación simbólica de Dovydas es a través lenguaje de signos, que también genera una simbología propia en relación a su cuerpo y su persona. Interrumpe el flujo de la historia con planos fijos de él en plano medio interpretando una canción a través de sus manos, que genera también otro tipo de danza, pero con su propio movimiento y cadencia. Estos dos movimientos se unen en un objetivo común, que es dar clases de baile a personas sordas, sin embargo, en el momento de la representación pública, ellos se encuentran separados en el espacio, pero a la vez se buscan a través de la mirada. Una película absolutamente contemporánea que habita y explora el cuerpo y el movimiento. Desde el tratamiento visual, por el tipo de grano que contiene la imagen, lleva a reminiscencias del pasado, haciéndonos recordar que aunque el discurso y la exploración del mismo se abran en el presente, es un tema universal que ha existido desde el principio de los tiempos. Kavtarazde utiliza los recursos cinematográficos de forma fina y rigurosa y mueve a los personajes dentro de este juego de cercanías y lejanías, donde, como si de otra coreografía se tratara, ellos tratan de acercarse, encontrarse y sortear las dificultades, buscando al otro sin olvidarse de sí mismos. Se desentiende de las formas clásicas de representación del amor y abre un espacio donde entenderse y crear nuevos vínculos y fórmulas para hacer converger los mismos desde el respeto al otro y las necesidades de cada uno. Proporciona un espacio a la exploración y la diversidad de las relaciones con apertura y sin juicios.
1 thought on “‘Slow’: Ellos bailan solos”