‘Scarlet’: el realismo mágico en una feel good movie

Andrea Villalón Paredes / 05.11.2022

Hace mucho tiempo en algún lejano lugar… así es como debería empezar Scarlet, una película que apuesta por ser una feel good movie, muy al estilo de Jacques Demy en Los Paraguas de Cherburgo o Piel de Asno.

Pietro Marcello nos guía al norte de Francia, a principios del siglo XX, donde la I Guerra Mundial acaba de terminar. Raphaël, un soldado, al regresar a casa, se encuentra con la noticia de que su mujer ha fallecido y que, ahora, también es padre. Juliette crece en un entorno hostil, debido a los habitantes del pueblo, pero a la vez seguro, pues su padre, que, aparte de veterano, es un artesano de la madera, le hace juguetes y le enseña el arte de la música.

El filme a nivel estético carece de fallos, cada frame está cuidado a detalle, desde el color a la iluminación, pasando por el diseño de producción y el vestuario. El problema está en la historia, técnicamente no es mala, el problema está en que es aburrida, donde los planeamientos de conflicto son terriblemente planos e infantiles, dotando a la película de una narrativa superficial. Esto es lo que la separa de las películas de Jacques Demy, donde siempre hay un trasfondo o moraleja. La película de Marcello confía demasiado en el realismo mágico y en que el espectador creerá lo que se le muestra en pantalla, siendo así una película inocente, de ahí que la califique de feel good porque, aunque la historia puede parecer trágica, es la típica que hemos escuchado en los cuentos o en las películas de Disney, y la moraleja, si se le quiere buscar una, es que siempre hay que ser paciente, apreciar a los que nos quieren e ignorar a los que nos desean mal.

Scarlet no es una película mala, simplemente es plana. Su fuerte reside en unos visuales verdaderamente potentes que parecen sacados de un cuento de hadas, aunque esto se vea perjudicado por la superficialidad de la historia. Por ello, quizás, sea una película perfecta para llevar a su proyección a los más pequeños de la casa, pero también válida para los domingos de peli y manta.

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