Clara Tejerina / 07.12.2022
El director austriaco Ulrich Seidl completa con Rimini, su bilogía de este año, formada también por la polémica Sparta, a través de estas dos obras, Seidl muestra sin reparos, su visión pesimista de una Europa en decadencia. En esta cinta presenta la rutina de Richie Bravo, un carismático cantante venido a menos que vaga por las calles de la ciudad italiana. Lo interesante de esta propuesta es el gran trabajo de puesta en escena y construcción del espacio. Una planificación super desarrollada que se mantiene a lo largo de toda la cinta.
El pasillo de una residencia, un vinilo de pájaros volando en la ventana, puertas pintadas con papeles de distintos motivos, y un hombre que, ayudado por un andador, busca una puerta que se abra, pero ninguna lo hace. Estos elementos abren la escena, y después de esto, su título, Rimini. Este hombre que, en la cinta, es el padre del protagonista, será el hilo conductor de la misma, empezando y terminando con él. En sus brevísimas apariciones servirá a la vez de síntesis de la película, como de escape poético.
Tras el título, aparece finalmente Richie Bravo, y empieza la historia tras esta introducción. Una película construida visualmente a través de puntos de fuga y la ausencia de estos. La composición de la imagen está siempre formada por dos paredes, o, a falta de estas, elementos laterales, los cuales no han de ser muy grandes o marcados necesariamente, pero componen la imagen haciendo este efecto “túnel”. El punto de fuga, en vez de actuar como símbolo de escape, actúa como lo contrario, como camino marcado por el cual el protagonista va vagando a lo largo de la película sin siquiera planteárselo, convirtiéndose él mismo por momentos, junto con su hija, en una de estas “paredes compositivas”. Esto se puede interpretar como una puesta de intenciones de Seidl, quien manipula a los personajes para conseguir esa rigurosidad compositiva, dejando claro que lo que importa no son ellos, es Rimini. Como contrapunto, la anulación de los puntos de fuga. Las paredes se alzan como bloques lisos sobre el personaje, unas paredes que no tendrán ninguna perspectiva, ninguna esquina, abarcan todo el plano posicionándose a la espalda de Richie, siempre muy cerca de este. Seidl deja a su protagonista contra la cámara o la pared. En los momentos en que esta regla no se cumple, unos intensos contrapicados llevarán el plano del cantante, acercándole visualmente al techo y aportando una sensación claustrofóbica.
Estas composiciones dan pie a una construcción carcelaria del espacio, bien complementada con la psicología de un protagonista complicado y autodestructivo. Un pasillo cerrado que actúa como punto de fuga, donde solo puedes tomar una decisión, seguir hasta el final, dónde no encontrarás una salida, sino otra pared, o entrar en algunas de las pequeñas celdas, en las que las paredes y los techos no dejan mucho espacio para el movimiento. Rimini como ciudad, forma una cárcel muy grande, dónde, con una aparente libertad, en realidad solo se puede transitar por el camino marcado.
Fantástica la explicación de la puesta en escena, que te hace comprender mucho mejor el significado de la película, y la psicología del autor.
Muchas gracias