Mario C. Gentil / 02.07.2022
La isla de Bergman, el último trabajo de la realizadora francesa Mia Hansen-Løve, está en las salas españolas desde este viernes. Prestrenada nacionalmente en el pasado Festival de Cine Europeo de Sevilla, y teniendo también participación en la Sección Oficial del Festival de Cannes, la coproducción entre Francia, Alemania, Bélgica y Suecia es un drama de temática cinéfila.
Ambientada en la isla de Fårö, donde vivía y donde filmó Bergman numerosas películas, nos cuenta una historia de una pareja de cineastas que se desplazan hasta la localidad para buscar tranquilidad e inspiración para sus trabajos. Influidos por la isla, donde la presencia del gigante sueco está en cada rincón, vemos cómo van desarrollando sus trabajos personales, y a la vez, vemos expuestas sus personalidades.
A la cinta le falta hondura y potencia. Pareciera que le ocurre lo mismo que a los personajes creadores, que las posibilidades fílmicas que tiene la isla fuesen agotadas por el maestro en su día, y hoy solo pudiesen ser registradas como un bello paisaje, o como un recorrido turístico muy agradable para los apasionados por la historia del cine. Es muy mala señal que, junto a la buena fotografía de Denis Lenoir, lo más atractivo de toda la obra sea este tour cinéfilo, antes que el desarrollo de la historia o sus personajes, pues a ambos apartados les falta mucha fuerza.
Uno no empatiza con ninguno de estos, teniendo más presencia la propia isla, con su belleza y su misterio, aunque sin la fuerza con que fuera grabada por Bergman. No es que la película llegue a ser pretenciosa, al contrario, es poco atrevida y ambiciosa. Sí que es verdad que hay una analogía entre el filme y lo que le ocurre a sus personajes, que se ven superados todos por la mitificación del lugar, pero una pobre escusa sería esto para justificar el rodar una película.
Pese a que aparecen cosas del cine de Bergman, pues aparte de las menciones hay elementos temáticos que nos remiten al cine del mito sueco, como pueden ser la incomunicación en el matrimonio, la infidelidad, las crisis existenciales, la soledad, en incluso unos personajes fantasmales insertados en una narración que llega en un punto a confundir realidad con sueño y que aparece a modo de relato, todos nos son dados sin la contundencia suficiente.
Pero más allá de estas aproximaciones, de este homenaje, y de esta captación superficial de la isla, la cinta no da para mucho más. El reparto masculino, pese a ser de alto nivel (Tim Roth y Anders Danielsen Lie), no puede por escritura tener mucha más jerarquía de lo que ya lo hace. Mientras que a los personajes femeninos de Vicky Krieps y Mia Wasikowska, verdaderas protagonistas de la cinta, les falta vigor y que nos muevan a una mayor implicación sentimental a los espectadores.
Aun así, la cinta se ve cómodamente y sin problemas. Su contemplación no supone un esfuerzo, aunque en los únicos momentos de compromiso nos pueda hasta dar un poco igual no haber captado con totalidad la intención comunicativa. Aunque supongo que, si no eres fan de Ingmar Bergman, ni esos momentos de vanidad al reconocer la historia del director te quedarán, y a la película le podrá llegar a ocurrir lo peor que podría pasar: producir el tedio. En mi caso no ha llegado a este punto, pero tampoco me ha suscitado mucho más.