‘Kepler Sexto B’: la zona habitable

Fotograma de ‘Kepler Sexto B’ (2023).

Mario C. Gentil / 15.06.2023

Kepler Sexto B (2023) podría ser uno de los miles de exoplanetas en la zona habitable descubiertos (en una órbita ni demasiado fría, ni demasiado cálida, con respecto a su estrella), pero que, por diferentes variables, no cumple con unas condiciones mínimas para el desarrollo de la vida. Y es exactamente eso, solo que no es un exoplaneta, es una vivienda de España. No son gases tóxicos, efecto invernadero o exposiciones a fuertes radiaciones los que impiden el digno despliegue de la vida; sino la precariedad, la desasistencia y el abandono. Una brillante idea de partida que permite el paralelismo y la metáfora, en la que el quijotesco protagonista (Karra Elejalde) se refugia en su nave espacial-búnker (su casa) para protegerse del hostil entorno exterior, y donde el subterfugio de un complicado viaje espacial imaginario no es sino la realidad y el dolor convertida en una fantástica demencia.

Bajo este equilibrio de fantasía-realidad se desenvuelve la ópera prima de Alejandro Suárez Lozano, cineasta que en sus anteriores cortometrajes ya transitaba entre estos dos elementos. El trauma es el arjé de un guion que quizás no necesitaba de elementos tan concisos y conductuales para una historia de una imaginación suculenta. El cariño que se destila por su personaje principal, el amor por la ciencia espacial y la ciencia ficción que cualquier aficionado a la astronomía podrá reconocer con placentero regocijo, se ve solapado por una escritura que quizás intenta contentar a un público más amplio del que la película en esencia proyecta. Una música en exceso guía, y una resolución azucarada, conducen con demasiado control sobre el espectador lo que se presenta como exploratorio, lo que se retrata como crudo, realista, y solemne. Si bien el equilibrio es tan sumamente complicado, que resulta meritorio y heroico el arrojo y el cuidado temático.

‘Kepler Sexto B’ (2023).

La película posee como elemento formal cosmogónico un diseño artístico que aterriza a la película en ese mundo binario al que pretende arribar, en la que lo plasmado en papel traduce en imágenes la esencia de su historias y personajes. Si bien, las dispares actuaciones (la diferencia de nivel entre los dos protagonistas pone a veces en jaque la película) vuelven a traer un desequilibrio que pone en riesgo la aventura cinematográfica en la que tanto convencimiento se deposita. Quizás una mesura en lo dramático hubiese hecho que toda esa cruda e imaginativa transmutación de lo utilitario en fantástico irradiase un mensaje más rotundamente realista. El movimiento homogéneo que producen estos dos centros de gravedad obstaculiza levemente, pero con constancia, el trascendente y revelador tránsito de un mundo a otro.

Sin embargo, la cinta sobrevive y da fe de su misión. En ella la soledad del astronauta varado es lo logradamente simbólica y sugerente como para que hasta las miradas más huidizas y escapistas no atiendan la problemática de fondo, lo que supone un afán universal muy a tono con el juego de la cinta. Habrá muchas historias en el cine español que desde mil trayectorias atraviesen la precariedad y el abandono de la vejez más humilde, pero desde luego, esta se presenta de manera muy original tanto en axioma como en su desenvoltura. Pese a, repito, sus constantes averías. Al cabo, resiste y deja su pequeña huella.

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