‘I Am Not the River Jhelum’: la ciudad de los «no vivos»

Fotograma de ‘I Am Not the River Jhelum’ (2022).

Mario C. Gentil / 02.09.2023

El conflicto de Cachemira, nombre con el que se denomina a la lucha del territorio en disputa entre los países de India, Pakistán, China y facciones independentistas de la propia región, lleva sumida a la población de la zona en una perpetua oscuridad desde la independencia de la India en 1947. en I Am Not the River Jhelum (2022), Prabhash Chandra, joven cineasta de Delhi, aborda desde una fuerte impronta formal, la vida de la ciudad de Srinagar. Muy distante en su realidad social a la imagen que fuera de la región se tiene de ella (la cual se enmascara bajo la grandiosidad de su valle, la belleza de su lago Dal, o la fuerza de su río Jhelum) el director pone el foco en el sufrimiento de sus habitantes. Tal es lo subversivo del relato que su primera obra de ficción ha sido censurada en la India, país que quiere seguir arrinconando el conflicto y manteniendo muda a la norteña región.

Con un situacional monólogo en off desde un cementerio, que apela a la voz ausente, la cinta se introduce en esta ciudad de los “no vivos” (Srinagar) bajo una paleta de grises que lo domina absolutamente todo. Desde el cielo nublado, las montañas o la bruma de sus aguas, hasta el asfalto, los muros, las ropas, el humo o las tumbas, el gris monopoliza el ojo… el mismo río Jhelum es captado en esta tonalidad que no para sino de gritar que allá no hay vida digna, no hay desarrollo, ni siquiera hay alegría. No hay colores vitalistas que broten de sus márgenes. Este monótono fluir del gris y sus sentimientos asociados se ve ensanchado en un bellísimo pero pesimista poema que da nombre a la cinta, y que se despliega en medio de la obra, pero que a su vez parece brotar como grito de auxilio desde la propia tierra.

Incluso más fuerza adquiere el uso del montaje sonoro en el sentido de repetición, del ciclo vicioso, de encarcelamiento, del no fin… de la muerte casi a modo de memento mori en una todavía más triste reflexión que la barroca: ni la vida se aprovecha mientras el tiempo irremediablemente pasa. El discurrir de una corriente, el goteo incesante, el tic-tac de un reloj o el vaivén de un péndulo envuelven atmosféricamente imágenes en las que el objetivo recurrentemente se desenfoca, aumentando el espacio personal de sus personajes sin por ello abandonar esta sensación claustrofóbica, y transmutando a su vez la opacidad en la que Cachemira se encierra.  

Fotograma de ‘I Am Not the River Jhelum’ (2022).

El resultado es un ejercicio audiovisual que expresa sensaciones realistas a través de una vaporosa ficción. Tal es así, que el uso de material de archivo, pese a tener presencia, es alternado con esta preponderancia de una deriva poética que insufla mínimas burbujas de vida. Se termina de componer una apuesta formal que se acerca a Tarkovski y concretamente a Stalker (1979, URSS), en la que imágenes poderosas, abstractas, dejan un halo de creatividad humana, pero que, al mismo tiempo, irradian un dolor casi insondable.

El cine siempre será un terreno de expresión política que puede ser moldeado bajo una evocación lírica en la que la verdad rezuma en el fluir de los planos. Un mensaje encapsulado que será abierto en las mentes de foráneos, que bajo lenguajes universales comprenderán, o al menos, se harán por primera vez consciencia, de un sufrimiento local del que hasta entonces ni el rumor había llegado. Prabhash Chandra recorre su propia obra sin traicionarse a sí mismo, y ejerce un poder comunicativo considerable sin alterar el gris de donde obtiene su materia de muestra.

Pueden leer aquí la entrevista con su director: https://testigodecine.com/especiales/entrevistas/entrevista-a-prabhash-chandra-director-de-i-am-not-the-river-jhelum/

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