Mario C. Gentil / 13.03.2022
Carla Simón, directora de la película Alcarràs, su segundo largometraje, recién galardonado con el Oso de Oro de Berlín a la mejor película, debutó en la gran pantalla con Estiu 1993, una obra autobiográfica, humana y naturalista.
La cinta es un rescate de sensaciones y sentimientos, con un realismo del mayor nivel artístico, pues capta esencia humana sin dejar un mínimo rastro de la construcción de todo lo que hay detrás para realizar una película.
La obra tiene una fuerte impronta impresionista, con una fotografía (Santiago Racaj) que posee una luz que recoge a la perfección el ambiente veraniego y que transmite por sí sola. Pero es también fortísimo el sello realista de las imágenes, con largos planos sostenidos donde la directora consigue sacar momentos de verdad, que, aunque sean al fin y al cabo producido con el objeto de ser filmados para una cámara, son tan auténticos que nadie puede dudar que de por sí ya han ocurrido. A bien seguro esas niñas no distinguirán del todo, ni aun cuando crezcan, cuánto fue de rodaje o cuánto de vivencia. Y esto, aplicado claramente a una historia autobiográfica, es el mejor método de transmitir aquellas vivencias que la directora recuerda.
Frida es una niña que ha perdido a sus padres por el SIDA, y se ve obligada a mudarse a casa de sus tíos en el entorno rural. Allí experimentará un mar de sentimiento: el amor a su ausente madre, la acogida por unos “nuevos padres”, el contraste del campo con la casa de la ciudad donde vivía y que añora, el no encajar en una familia ya estructurada, el tener una nueva hermana y dejar de ser hija única, la rebeldía contra muchas cosas, el trato a veces deferente con ella por algunos miembros de su familia por la pena de la muerte de su madre, el saberse adoptada. Toda esa coctelera que una niña de 6 años tiene que gestionar. Se nos pone la mirada en ella en todo momento, es por esto que la película también nos da con una total veracidad el proceso de observación que hace una niña que no sabe verdaderamente a qué tiene que adaptarse.
Los sonidos, en esta ambientación rural, son importantísimos para transmitir todos esos sentimientos, ese realismo y ese clima estival. También los silencios y las miradas. Y en el apartado de las actuaciones solo decir que ninguno rompe esa sensación naturalista, por lo que la dirección de actores por parte de la cineasta, novel por aquel entonces, fue sensacional para conseguir que todos ellos estén actuando en una película en la que no se actúa, sino que se crean momentos verdaderos. Y eso puede parecer fácil con las escenas alegres, que tampoco, pero la cinta tiene naturalidad hasta en sus momentos más duros de ver.
Es cierto que a lo mejor Estiu 1993 no es para todo el mundo, por lo particular de su estilo. Pero toda persona que ame la cinematografía estará de acuerdo con que la película tiene su reconocimiento. Además, atreverse a debutar en el cine con la historia de tu infancia, demuestra unas sinceras ganas de contar, de expresarse y de desnudar su alma, que al fin y al cabo es gran parte de por qué los verdaderos artistas sienten la necesidad de hacer lo que hacen.
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