Andrea Villalón Paredes / 04.03.2022
Febrero y marzo están siendo meses claves para el cine, donde se han estrenado grandes películas como Las Ilusiones Perdidas o Licorice Pizza. Entre tantos estrenos es posible que Competencia Oficial (que se estrenó el 25 del pasado mes y continúa en cartelera) haya pasado desapercibida.
El nuevo film de Gastón Duprat y Mariano Cohn nos muestra a Lola (Penélope Cruz), una directora de cine muy quisquillosa y meticulosa con su arte que está a punto de realizar su próxima película, para ello cuenta en su reparto con dos grandes actores Félix (Antonio Banderas) e Iván (Oscar Martínez). Durante el film presenciamos los diferentes ensayos de algunas escenas para preparar el rodaje de la película.
Al estilo de Paquita Salas, Duprat y Cohn no enseñan un duelo de egos entre directores y actores antes de la grabación de la cinta. La comedia del film reside en la autocrítica de la industria, de aquello que no se ve, pero se sabe, solo que ahora podemos hacer acto de presencia y afirmar: los actores son insoportables, la directora tiene un proceso casi ridículo de inmersión de actores, hay enchufismo y el productor no sabe ni lo que hace.
Las actuaciones son de lo que más brilla en esta cinta y hace que la película funcione tan bien. Banderas y Martínez tienen una química espectacular y tronchante que llena la pantalla de caos y diversión, pareciendo un matrimonio de veinte años. Cada cual actúa egoístamente acorde a sus valores, poniendo el egocentrismo del intelectualismo a pelear con el de la belleza exterior. Pero Penélope Cruz está espectacular. La naturaleza y carisma con la que interpreta a una persona tan irritante hace que se cree una atracción por desvelar el método creativo del personaje, que se desglosa como una jugada de póquer a lo largo del metraje.
Competencia Oficial es quizás unas de las mejores comedias españolas de estos años que aborda el metacine de manera directa, y en vez de jugar las cartas fáciles, desde el sentimentalismo, lo hace desde la autocrítica, ¿de verdad hace falta llegar a tales extremos para ensayar?, ¿o es un proceso basado en el propio ego y en lo que se dirá posteriormente de la figura del artista, sirviendo a su vez como una estrategia de marketing? Sea como fuese, con esta película hay algo claro: la guerra está servida y las risas también. Una película que merece la pena visionar si se tiene oportunidad.