Andrea Villalón Paredes / 14.04.2022
Atención: spoilers de Los 100, Killing Eve, Orange is the New Black y La Maldición de Bly Manor
Cuando tenía 15 años, recién estaba empezando a saber quién era y cómo la mayoría de personas, uno siempre busca verse validado de manera externa, ya sea en un grupo de amigos, en una serie de televisión o en el cine.
Estando en internet, en la época dorada de Tumblr, alguien comentaba la serie de Los 100 teorizando que Lexa (Alycia Debnam-Carey) y Clarke (Eliza Taylor) podrían llegar a desarrollar un romance en la serie. Para mí, que mi mundo era tan pequeño hasta el punto de no conocer a nadie queer, fue motivo suficiente para ponerme al día con la serie. Sorprendentemente, en la siguiente temporada, matarían a Lexa de un tiro que no iba ni dirigido a ella. Una escena justo después de que el romance entre ella y Clarke se confirmara.
Recuerdo que ese día me levanté temprano para ver el capítulo y después ir al instituto. No sabía cómo procesar la información. Lo que era mi único referente acababa de morir de la forma más ridícula posible justo después de conseguir el momento que tanto había anhelado. Sentía, aunque parezca una exageración, como si me hubieran asesinado a mí.
El problema no residía en que el personaje muriese, sino cómo moría. Para algunos era algo técnico, algo que servía para desarrollar la historia de la serie, para otros era ver cómo la historia se repetía una y otra vez.
Desde que se empezaron a hacer historias de temática queer, los personajes siempre se encasillaban en el tropo de Bury Your Gays (entierra a tus gays) o el Homosexual Depravado, mayoritariamente representado en villanos, también entra en esta última categoría La Lesbiana Loca. Y es que parece que cuando los personajes queer no están luchando contra la homofobia, están siendo psicópatas, cuando no, asesinados.
La manera que representamos a los colectivos minoritarios en los medios afecta a la percepción de dicha minoría, y es un poco agotador que estando en 2022 las historias con final feliz para el colectivo LGTBI+ sigan siendo escasas. A veces, incluso normalizando, inconscientemente, que lo lógico es que si eres parte del colectivo acabes muriendo.
Lo bueno de la muerte de Lexa es que generó movimientos muy potentes. Tanto creativamente: personas que escribían finales alternativos, que editaban vídeos… como sociales: se recolectó hasta 200.000 dólares para apoyar a organizaciones LGTBI+. Pero lo más importante es la conversación que surgió en torno a cómo se representaban los personajes LGTBI+. Creía que la respuesta que tuvo el movimiento nos colocaba en el camino correcto para tener una buena representación en el futuro. Sin embargo, seis años después, me encuentro escribiendo sobre el mismo problema.
He de reconocer que no he visto Killing Eve, porque la narrativa de Lexa, junto a otros personajes como Poussey (Samira Wiley) de Orange is the New Black, me dejó demasiado tocada. Esto, añadido a la lista de series que se cancelan o acaban con un final nefasto, me motivaron a dejar de seguir historias que duren más de lo que dura una película. Sin embargo, tengo amigas que sí la ven y sigo en redes sociales a bastantes personas queer que siguen la serie, por lo que he ido enterándome poco a poco de la trama a través de estos canales. Mi opinión y respuesta se basa en el impacto que ha tenido en el colectivo del que formo parte y en cómo se recaen en clichés homofóbicos.
Creo que lo que tanto gustaba de esta serie es que sus personajes eran abiertamente queer sin tener que estar expuestos a la homofobia. Podían ver una serie donde ser una mujer sáfica no era lo principal de la trama, ni se hacía un mundo de ello, simplemente sucedía y ya está.
Killing Eve ha construido sus cuatro temporadas en un tira y afloja entre Eve (Sara Oh) y Villanelle (Jodie Comer). La relación permite a Eve explora su lado oscuro a través de Villanelle, mientras que Villanelle explora su sensibilidad a través de Eve, creando un yin yang donde se complementan la una a la otra, creando un arco de redención para el personaje de Villanelle a través del romance que se ha podido cerrar en la última temporada. Sin embargo, la consecuencia de eso, tal y como se mencionó anteriormente, es la muerte.
En el episodio cinco de la última temporada, los guionistas estipulan que Villanelle debe ser atravesada por una flecha para así conseguir que Eve se dé cuenta de sus sentimientos por ella. Villanelle sobrevive, pero tres capítulos más tarde y después de tener una escena donde Eve y Villanelle se besan por primera vez, a Villanelle la matan a tiros con la excusa de que así, Eve puede pasar de página. ¿De qué sirve lo del episodio anterior entonces?
Otra cosa que se ha estado comentando es que Villanelle es una asesina y por eso debería morir. Es el precio a pagar por ser moralmente mala. He de decir que en los medios se tiene entre poca y nada de tolerancia hacia los personajes femeninos que son moralmente grises. Mientras que narrativas como el Joker, American Psycho, El Lobo de Wall Street, Taxi Driver… son alabadas, cuando se trata de mujeres, Cruella, Suspiria, Yo, Tonya… la respuesta es negativa. Sí, efectivamente, el personaje de Villanelle era una asesina, pero si el personaje estaba destinado a morir como castigo, ¿para qué hacerlo cuando consigue creer que es feliz y que puede pasar de página a una vida tranquila con Eve a su lado? ¿Por qué hacerlo al final de temporada después de haber estado construyendo ese romance como destino final desde el principio de la serie? ¿Por qué no se puede redimir? ¿Por qué cambian el final de los libros en el que se basa la serie donde pasa justo lo contrario?
De todas maneras, el problema no es que Villanelle haya muerto, sino cómo ha muerto. Otras series, como La Maldición de Bly Manor, trata la muerte de su personaje queer con el peso que se debe. Pero en el caso de Killing Eve, parece que se valora más el factor de crear un estado de shock en el espectador con la intención de generar un giro de guion y buscar originalidad. La realidad es que la serie renuncia a tener una narrativa coherente, cayendo en clichés que no tienen nada de único y especial. Es irónico que los guionistas buscasen poner la guinda en el pastel, cuando, quizás, la guinda era ser diferente al resto de historias queer en la que uno de los personajes acaba siendo agraciado.
Me compadezco de todas las mujeres queer que se refugiaron en Killing Eve como representación positiva y se encontraron con ese cierre en los dos minutos finales en los que ni siquiera hay tiempo para la aflicción. Siento que seis años después de la muerte de Lexa, haya mujeres, y sobretodo adolescentes, que estén pasando otra vez por lo que pasé yo. Y siento que a pesar de que nos están dando representación, nos la están dando de esta manera, cayendo en tropos que deberían haber dejado de existir desde hace años.
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