Clara Tejerina / 13.11.2023
Paloma Zapata estrena su nueva película ‘La Singla’ un documental que orbita entre realidad y ficción para arrojar luz sobre Antonia Singla, una bailaora que revolucionó el flamenco a los 17 años pero que, años después, desapareció y nadie supo qué fue de ella.
¿Por qué elegiste utilizar elementos narrativos ficcionales (actores reales, la representación narrativa del viaje) para contar la historia en lugar de apoyarte en otra narrativa más cercana al documental?
En el inicio, cuando me plantee contar la película, tenía muy poca información, porque casi no había nada sobre La Singla, era un personaje a descubrir. Por eso no quise explicar su biografía como si fuera alguien famoso, sino que quería que la película fuera ese viaje de descubrimiento, como una especie de thriller, en el que el espectador tiene que descubrir una serie de misterios, y tiene que hacer el viaje como una experiencia cinematográfica. El personaje de Helena es quien lleva al espectador. Para mi, era muy importante introducirnos dentro del mundo interior de La Singla, que es un mundo interior muy rico por el hecho de ser una persona sorda y que está muy aislada, esto lo transmite con la profundidad de su baile, que es muy poderosa. Entonces era importante hacer esta inmersión a través de la voz de Helena, que es la voz de una mujer joven. Ella me representa a mí, representa mi búsqueda, pero también en algunos momentos evoca la voz de la propia Antoñita. Cuando la vemos bailar y escuchamos esa voz, podemos creer que estamos escuchando la voz de Antonia.
También era importante para mí que la película arrancase en las 3.000 viviendas de Sevilla, porque de alguna manera, es un reflejo desde el presente de lo que era El Somorrostro en el pasado. Un barrio con familias en riesgo de exclusión social, con muchas familias de la comunidad gitana. Arrancar desde allí, es una muestra de cómo el flamenco viaja desde Andalucía hasta Cataluña, porque el flamenco en Cataluña también nace en esas barriadas donde hay mucha población andaluza. La misma Helena tiene una cercanía personal con el flamenco. Su padre toca la guitarra, ella baila flamenco, y en su entorno está muy presente. Entonces cuando le hablé del proyecto de La Singla también surgió en ella ese interés, esa pasión personal en emprender esta búsqueda. Esto también se transmite en la película, el viaje que hicimos las dos juntas. De hecho, en cuanto al proceso creativo no hay un guión cerrado, sino que preparamos las escenas o los encuentros con los personajes justo antes de rodarlas. Hay mucho de improvisación y hay mucho de ella misma. También ha sido un experimento, una búsqueda que hemos hecho juntas para encontrar la forma de este híbrido entre documental y ficción.
¿Cuánto tiempo te llevó hacer toda la fase de investigación más allá de lo que se ve en la película?
Desde que encontré la primera fotografía de La Singla hasta el día de hoy han pasado 4 años. Empezamos a rodar en 2020 más o menos, pero todo el grueso de los archivos, que es algo muy importante en la película, apareció después. La película se ha hecho mucho en montaje. Había cosas que estaban super escondidas en Alemania y cuando las descubrí ya tenía media película montada y tuve que replantear la historia otra vez. Entonces un proyecto donde casi no había ni información ni archivo, se ha convertido en un proyecto donde el archivo es super importante porque ha ido apareciendo después.
La mayoría de material que hay de La Singla es en blanco y negro, exceptuando algunos momentos a color ¿Qué decisiones te llevan a colocarlas y mezclarlas de la manera en que lo haces?
Por un lado está la evolucion de Antoñita. Cuando ella es más joven estas imágenes son en blanco y negro y cuando es mas mayor son en color, menos las de los Tarantos (1963) y luego están las imágenes en color rodadas actualmente. Esto está unido con lo que decía, que la película trata de lanzar una mirada desde el presente al pasado y mira a la mujer en el flamenco, a la comunidad sorda, a la comunidad gitana de una manera diferente. Entonces busca con esa perspectiva del momento actual mirar hacia el pasado.
Tu eres también la montadora del documental, en cuanto a trabajar con los vídeos y las fotografías de ella, ¿Cómo lo enfocas? ¿Cuáles son las intuiciones que te llevan a ir intercalando las fotos o vídeos? ¿Es una cuestión puramente de ritmo, o buscas algo más?
Para mi el montaje era una parte muy importante de la película. Durante muchos años he hecho vídeos musicales, y también los he montado, eso me ha ayudado a introducirme dentro del mundo de Antonia. El ritmo era algo que ella interiorizaba y que marcaba con sus pies cuando bailaba, ella iba contando. Creo que el ritmo era algo super importante de su propia vida. El ritmo juega también un papel muy importante con las fotografías de Colita.
Cuando las vi por primera vez, ya conocía algunas fotos de Colita en las que sale Antonia, pero no sabía que tenía tantas, tenía más de 500 fotos. Cuando me las enseñaron, vi claramente que las habían hecho en rafagas, entonces se ve el movimiento en las fotografías. Y claro, Colita me decía, “te llevas 3 o 4 para el documental”, y yo le decía… “no no, quiero las 500”. Es por esto, porque esas imágenes montadas en secuencia, esas grabaciones en las que La Singla taconea con ese ritmo frenético… Ahí había un encuentro muy potente de la música con las imágenes. Eso ha sido también este proceso de tratar de transmitir todo el mundo interior de La Singla. El silencio, el ritmo, esa necesidad de expresarse, el aislamiento que ella sufría… Está todo ahí.
El agua aparece como elemento recurrente en varios momentos de la película ¿Por qué ese elemento concreto como elemento simbólico?
Ella nació en la playa del Somorrostro, su infancia la pasó allí. Creo que vivir en la playa toda tu vida, con el sonido del mar todo el rato, las olas… Al estar en un mundo de sordera debe de haber un murmullo muy parecido al del mar, entonces tener las imágenes de las olas todo el rato es como que evocan un poco su infancia, su mundo. Ella estaba super aislada, estaba con su espejo y esa imagen va apareciendo recurrentemente.
Hay un momento en el que vemos la escena del revés, la vemos invertida, y es cuándo la película tiene un punto de inflexión. La primera parte nos cuenta la historia de la construcción de un mito. Es Helena, que hace un viaje para encontrar a alguien a quien ha idealizado, pero después de ver la ola del revés, lo que hace la última parte es desmontar el mito, es desmitificar. Desmonta el concepto del ídolo y nos acercamos a la persona real. Vemos a Antonia como la vecina de enfrente y como alguien que ha sufrido mucho, también por causa de ese éxito, entonces vemos la otra cara. Es otra historia que conocemos bien en otros personajes, sobre todo niños, como Britney Spears, Amy Winehouse… También hay paralelismos con padres abusivos. Aquí podríamos entonar un poco el ‘mea culpa’ porque creo que también idealizar esos personajes contribuye al sufrimiento de esas personas. No pensamos en todo lo que hay detrás cuando les vemos en el escenario y hay historias de personas que sufren también.
En cuanto al momento de conocerla a ella ¿Cómo es ese primer encuentro detrás de cámaras?
Ella siempre ha estado en debate con el tema de permanecer fuera de foco, pero claro, también se merece un reconocimiento. De una manera muy tranquila decía, “lo hacemos en mi casa”. Por ejemplo fue al estreno que se hizo en su pueblo, en Santa Coloma, pero en plan… hasta aquí, porque está bien que toda su carrera se reconozca al final, pero a la vez no quiere enfrentarse de nuevo a todo el sufrimiento que tuvo. Es un poco hasta donde nos deja, y también por eso hay otros temas sobre los que no se ha profundizado en el documental, están ahí pero no se convirtieron en el centro de la película, también por respeto. Al encontrarla… No me lo podía creer. Había gente que pensaba que había muerto y de repente estaba a 5 km de mi casa. Ahí con su familia, todo fue bastante surrealista, Helena también se emocionó mucho, en la escena de la película es la primera vez que la veía, entonces su emoción es genuina. Cuándo ponemos la película en el cine es un momento que también emociona mucho. Es ese juego constante entre mi propia experiencia y lo que está ocurriendo todo el rato mientras estamos grabando, y lo bonito es que en el cine esa emoción vuelve a ocurrir. Vuelve a ocurrir una y otra vez. La gente conecta mucho con ella y con la historia. Es super bonito.
preciosa pelicula,emotivo al màximo!mis sincera enhorabuena!