Clara Tejerina / 14.11.2023
Fantasma 1: Imagen de un objeto que queda impreso en la fantasía.
Fantasma 2: Visión quimérica como la que se da en los sueños o en las figuraciones de la imaginación.
Fantasma 3: Imagen de una persona muerta que, según algunos, se aparece a los vivos.
A partir de estas tres definiciones podemos leer la nueva película de Kleber Mendonça Filho, una propuesta que explora las formas del pasado de una ciudad a través de sus imágenes perdidas, su arquitectura, sus cines. Tiende puentes hacia el presente, hacia la imaginación y la mística de los espíritus sin salirse del tratamiento documental, siempre desde la observación y el recorrido por las imágenes con las que juega y resignifica libremente.
Mendonça rescata el paso del tiempo y la nostalgia a través del dinamismo, muestra el pasado de la ciudad de Pernambuco y los cambios que va viviendo a lo largo de los años. Construye esta mitología de la ciudad. Construye los fantasmas que la poblan, que un día existieron y que, aunque hayan desaparecido, se mantienen en las raíces de la ciudad, en su carácter y en su sentido. Lleva el elemento mágico y fantasmagórico hasta la actualidad, interactúa con el mismo y muestra que lo que hoy en día existe, dentro de unos años también se convertirán en fantasmas y, simplemente, seguirán habitando estos lugares aunque no los veamos. Desarrolla una preciosa manera de crear esta mística a través de las imágenes, del montaje de las mismas y del material de archivo con lo que invita a la reflexión del paso del tiempo. Con sus propias aportaciones en voz en off, elemento que en sí mismo también apoya la idea de algo que existe pero que no está en forma corpórea, ayuda a formar esta narrativa histórica a través de una estructura capitular creando espacios, recuperándolos y dejándolos marchar.
Empieza con una fotografía por la que pasea su cámara, haciendo, de algo que se mantiene congelado e inalterable, toda una secuencia con la que plantea el resto de la película. Una fotografía, que solo con mirar sus detalles escondidos genera una puerta a todo lo que va a envolver esta ciudad, y la hace dialogar con su presente, conteniendo en esa primera secuencia el resumen de todo lo que sucederá en los minutos posteriores. Una suerte de juego de espíritus, no necesariamente humanos, de reconocimiento de las energías que conservan un lugar, un reconocimiento de la historia, de las texturas y de la observación. Una oda a la imagen y a la cotidianidad, con la que crea una épica propia y les concede el carácter dramático del paso del tiempo.