Crónica: Soñadores y Desterrados

Andrea Villalón Paredes / 25.04.2022

El pasado fin de semana se realizó en Cinesur de Nervión el festival cinematográfico Soñadores y Desterrados. Este festival les da la oportunidad a los antiguos alumnos de jóvenes programadores de presentar su propia muestra cinematográfica.

Todas las proyecciones se hicieron en la sala 8 del cine del Nervión, donde se repartían unos flyers antes de cada proyección que daban información relevante e interesante para comprender los filmes. La sala también estaba llena de fotógrafos que después utilizaban las imágenes para informar del evento en redes sociales. Además, cada película estaba presentada por una pareja de antiguos alumnos que leían algunas palabras para introducir tanto el evento, como la película.

En el primer día, viernes 22, se proyectó Rendir Los Machos, la ópera prima de David Pantaleón. Una película contemplativa y casi muda que nos cuenta la historia de los hermanos Cabrera. Estos tienen que cumplir con la última voluntad de su padre: entregar una selección de los mejores machos cabríos a la familia antagonista de Los Cabrera. Para ello tienen que hacer un recorrido a pie de varios días en los que se observan los paisajes desérticos de Fuerteventura. Quizás donde más brilla la cinta sea en esto último, en su fotografía exterior, pues el amplio y devastador desierto y los planos abiertos hacen encoger a los hermanos Cabrera hasta el punto de hacerlos insignificantes. Hay un manejo espectacular del lenguaje cinematográfico y unos escasos planos aéreos que dan ganas de observarlos durante horas. 

En el segundo día, sábado 23, fue el turno de la ópera prima de Jacqueline Lentzou, Moon, 66 Questions. Al igual que Rendir Los Machos, el film es de un ritmo lento, donde los diálogos, la tensión y las subtramas son casi inexistentes. Este brilla más por su retrato de las relaciones familiares con total naturalidad, donde personas simplemente coexisten. La cinta nos enseña la difícil relación de un padre enfermo y su hija, que lo cuida. Lo curioso de ese film es, quizás, como se intercala con imágenes de cuatro tercios grabadas con una videocámara digital donde las memorias pasan a ser parte de la ficción. Pero donde más brilla es en la actuación por parte de Lazaros Georgakopou, que encarna el papel del padre y transmite la sensación de angustia al público.

Por último, el domingo 25, el festival cierra con un documental muy bien elegido para encajar la temática tanto del festival, como de los tiempos que corren. Se trata de L’époque, la ópera prima de Matthieu Bareyre. Como si se tratase del hijo Godard y Brassaï, Bareyre recorre las noches de París decidiendo quién será el protagonista de la cinta. El director decide poner a los jóvenes sobre el punto de mira y deja que estos hablen sin juzgar las respuestas que dan a sus preguntas. El relato que queda es un grito de enfado, un retrato de desesperación e incomprensión que hace reflexionar, sobre todo, a la audiencia joven sobre las elecciones vitales y la política que nuestra generación está presenciando. Muchas de las personas comentaban al salir de la sala con quién se sentían más identificados y cómo de similares eran sus historias a las que veían en la gran pantalla.

En general, el festival ha cumplido su objetivo; las salas se llenaron en las tres proyecciones y los filmes encajaban perfectamente con la temática que buscaban. Si hay que poner alguna pega, sería en las presentaciones, en los tres días se leyó la información y la introducción era la misma. Entiendo que para la persona que entra solo a una de las proyecciones está bien, pero en mi caso fui a las tres y se hizo un poco monótono. En este tipo de eventos se agradece más la fluidez y desenvoltura que regirse a un guion. Aun así, felicito a todos los participantes, así como los organizadores, por la iniciativa de no solo conectar a la audiencia joven con la gran pantalla y el cine de autor, sino también de dar la oportunidad a estos de iniciarlos en la programación cinematográfica de la manera en que lo han hecho, que quizás es la mejor para el proceso de aprendizaje.

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