Mario C. Gentil / 10.12.2022
Notable película Libertad, el primer largometraje de Clara Roquet, que escribe y dirige, y en el que demuestra una gran capacidad para transmitir con imágenes una historia donde profundiza en los sentimientos de personas atrapadas. Cinta muy bonita donde cada plano es un fragmento de sensaciones.
Es quizás el verano la estación del año que mejor evoca las sensaciones físicas que más cercanía tienen con la apreciación del estar, con el pasar de los segundos. Esto está en esta película comunicado mediante la cámara, donde encima un buen gusto tremendo por la composición, por las calidades tanto de cuerpos como de objetos hacen que el apartado visual sea bello, a la vez que muy completo, por esa capacidad para transmitir lo que sienten los personajes.
La fotografía de Gris Jordana es un regalo, con una luz maravillosa. Y no hay que pasar por alto los sonidos, muchos de ellos en segundo término, que también son bastante importantes a la hora de captar los sentimientos de los diferentes personajes, especialmente cuando los que están en el centro callan. A su vez la música cuando aparece igualmente acompaña.
Como he comentado, es una historia de personas atrapadas, ya sea por la edad (tanto las niñas como la abuela), por la clase social (la sirvienta o las niñas), o por traumas familiares (como le ocurre a la infeliz madre de Nora). La incomunicación entre ellas es inversamente proporcional a lo que las imágenes son capaces de contarnos.
Es una obra donde todos los personajes principales quieren salir de donde se encuentran, todos quieren soltar un lastre, todos han cometido errores en el pasado, excepto las niñas, que van camino de heredarlos, pero que luchan por no ser lo que “deberían”. Está muy bien utilizado el contrapunto de la jerarquía social que se da en la trama para ahondar en lo que pueden y no hacer, en lo que deben y no, en todo eso que hay programado y que los personajes van o no tomando consciencia.
Es también una preciosa historia de amistad, de tránsito a una primera madurez, de la inocencia y a su vez del desengaño. Es un portal de realidad en los ojos de una niña. La película está plagada de momentos de autenticidad en la que el artificio cinematográfico no aparece por ningún lado pese a la fuerte voluntad comunicativa de la autora.
La actuación de las niñas, especialmente de María Morera, le da a la película el estatus que la directora y guionista ya pretende imprimirle a la obra. Todas ellas jóvenes para su profesión pero que han empezado haciendo algo muy conseguido. Cine maduro y completo, con un mismo tono y a la vez con mucha capacidad sensitiva.
Quiero que llegue el momento de ver la siguiente película de esta muy buena cineasta.
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