Julia Reyeros / 18.11.2022
La ópera prima de Estefanía Cortés, seleccionada para el festival RIZOMA y proyectada anteriormente en el Festival Seminci de Valladolid, pone a prueba los límites de lo ético y mediante los misteriosos y desconocidos personajes expone la cuestión de sobrevivir a toda costa en una sociedad de la cual son excluidos o aceptar su propia exclusión a través de una muerte indolora.
Cuatro personas se reúnen en una casa en el bosque en paradero desconocido para morir de forma indolora, servicio que contratan a través de una empresa clandestina. Durante el desarrollo del filme el espectador asiste a dinámicas de control social, exposición de diferentes modelos éticos por parte de los personajes y toma de decisiones en situaciones límite. Los personajes, que quedan poco definidos a priori por un guion plagado de frases genéricas y que corresponden a relaciones de cordialidad entre desconocidos, muestran su desarrollo narrativo a través de una magnífica interpretación por parte de los actores y actrices, y sus diferentes psicologías son enfatizadas por decisiones formales cinematográficas tomadas por parte de la directora, como lo es el formato. La imagen queda perfilada por el formato cinematográfico de 4:3, que impide que el espectador centre la mirada en la espectacular localización, en la lujosa casa y en el resto de las instalaciones, para centrar la vista en los personajes y maravillarnos con primeros planos de los rostros, así como planos medios que nos muestran la rigidez corporal que corresponde a la artificial situación vital a la que se enfrentan. Teniendo en cuenta esta decisión formal, asistimos a una narrativa que nos muestra un servicio de homicidio distópico, pero el avance narrativo y los puntos de tensión no son principalmente generados por el entorno, sino por la psicología interna y las acciones de los personajes. Un conjunto de decisiones que nos alejan de la superficialidad de detalles de que visten a la película como puede serlo el vestuario y el entorno arquitectónico para centrar el interés en la cuestión humanista. El final de la película, que correspondería a una catarsis por parte de la protagonista, no consigue alcanzar todo el máximo potencial perturbador que nos ofrece las imágenes y los hechos narrados debido a que el guion mantiene la despersonalización hasta el final, pero si algo queda claro cuando finaliza el filme y observamos el último plano entero en el que la protagonista queda integrada en el bosque que la rodea es que hemos realizado un breve pero abrupto y satisfactorio recorrido junto a ella, que finaliza con la elección de la vida, con todas sus incertidumbres y contradicciones.