
Mientras que Past Lives (2023) exploraba el amor que trasciende el tiempo y el espacio por una suerte cósmica de lo predestinado, en Materialistas, Celine Song cambia de prisma para reflexionar sobre las relaciones y las métricas de las mismas mientras el amor intenta abrirse paso.
La película aborda el tema del amor a través de tres personajes, al igual que ya hizo la directora en su anterior trabajo. Estos le sirven para dibujar una disyuntiva clara y visual: dos representan puntos opuestos y un tercero debe elegir. Simple y directo, el marco de acción está construido. El trío funciona como un espejo en el que proyectar preguntas para explorar el tema central, mientras que el juego numérico de los personajes cobra sentido dentro de la dualidad que sostiene el planteamiento monógamo de las relaciones tradicionales.
El amor se plantea como una moneda de cambio, pero hay que distinguir entre vínculo amoroso y relación, porque ¿Acaso las relaciones románticas no han sido siempre eso? Aquí se desnuda el concepto por la mitificación y desmitificación de la pareja como estructura sólida para ver qué es lo que realmente mueve un romance. Tal vez el amor real sea ese vínculo genuino que se crea con una persona, aunque solo dure un rato y no llegue al matrimonio, porque nadie puede jurar un ‘felices para siempre’.

Y es que uno de los temas centrales que aborda Materialistas es el control ¿Hasta qué punto todo va sobre eso? El control de los gustos, el control de la vida, el control de las emociones. La protagonista, Lucy (Dakota Johnson), se dedica a emparejar a gente, es una celestina que parece tener todo claro y conoce el algoritmo del amor. Nada se le escapa, pues domina todos los elementos que tiene que tener una relación para que funcione, pero ¿Dónde está la química? ¿También se puede medir?
Cuando conoce a Harry (Pedro Pascal), Lucy pide una Coca-Cola y una cerveza, y John (Chris Evans) se las pone al instante sobre la mesa, sorprendiéndola. Este momento sirve para introducir varios temas: primero, presenta a los tres personajes principales; segundo, subraya el concepto de dualidad a través de las dos bebidas, similares para la función que realizan, pero diferentes en su base (alcohólica/no alcohólica); y tercero, el control. Hasta ese momento ella estaba en control absoluto, controlaba la situación, la mirada del otro, y sobre todo, a sí misma, y es ahí cuando aparece el factor incontrolado. La entrada de ese personaje hace a Lucy preguntarse qué ha pasado, y reaccionar a ello. Pero esto es nuevo, porque para ella no existe ese factor, todo ha de tener una razón, al igual que el unicornio (concepto que utiliza para referirse a esa persona perfecta, que cumple con todos los estándares físicos, económicos, sociales… que una persona debería desear (obvio tenía que ser Pedro Pascal)) pero, ¿Cuál es el verdadero unicornio? ¿Existe uno que sea válido para todas? ¿No es una relación en sí misma un unicornio? Y ¿Hasta qué punto una relación va sobre el amor o sobre el miedo?
Antes, una pareja proporcionaba toda una estructura familiar: casa, hijos, coche, planes los domingos, familia… en una palabra, estabilidad. Hoy esa estructura ha cambiado: los conceptos de familia mutan y se transforman y nada parece estable, lo que algunos han descrito como amor líquido. Sin embargo, la pareja como concepto sigue manteniendo el anhelo de esa estabilidad que una vez fue, pero las mentes (y las vidas) ya no son las mismas. Entonces ahora ¿Qué se busca realmente en una pareja? ¿La relación en sí o unos cuantos ítems que chequear para sostener la idea de estabilidad?
La película se apoya en el estilo visual que Song introdujo en Past Lives: los desenfoques, los diálogos calmados, los planos generales, la cámara centrada… Pero en este caso combina la mirada autoral con la estética dinámica y divertida de las comedias románticas, creando un híbrido popular e íntimo que refleja (de nuevo) la dualidad de las relaciones. La cámara voyeur también encuentra su lugar, escondiéndose para mostrar a la protagonista con distancia, como si la mirada perteneciera a una tercera persona que nunca aparece o, al propio espectador. Este gesto aporta un espacio propio y no invasivo desde el que observarla también como objeto de estudio (igualándola a todos sus clientes), porque la película no busca una identificación directa, sino un diálogo abierto. Lo mismo ocurre con las conversaciones: comienzan en el personaje, pero luego la cámara se desplaza y la mirada cambia, así se vuelven reflexivas. Mientras los personajes hablan, la mirada se posa en lo que sucede a su alrededor y se genera un nuevo espacio donde las palabras parecen no solo suyas, sino también del espectador, porque observa igual que ellos y le hace partícipe del diálogo.
Materialistas no busca un retrato de las relaciones actuales, sino que explora el concepto del amor y sus aristas a través de la heteronormatividad, genera una conversación sobre las consecuencias de la tradición que siempre ha acompañado -y todavía acompaña- al concepto de pareja. Lo esencial no es resolver esas preguntas, sino observar qué significan hoy estas estructuras y cómo la búsqueda de estabilidad y códigos cambian constantemente. Y, en medio de todo esto, preguntarse: ¿Qué lugar ocupa el amor?