Mario C. Gentil / 14.11.23
Charlotte Wells, Emerald Fennel, Georgia Oakley… a esta nueva generación de directoras británicas que realizan un cine feminista, con preocupaciones de género, y que, por supuesto también abordan la violencia machista del patriarcado, se suma Molly Manning Walker. La directora londinense debuta en largometraje con How To Have Sex, una cinta que se focaliza en el consentimiento, la educación sexual, y la violación en edades de iniciación a la sexualidad.
Malia, Creta, Grecia. Un resort de fiesta veinticuatro horas repleto de británicos, y un grupo de amigas que en sus 16 años buscan las mejores vacaciones de su vida. La película se centra en Tara, la única que permanece virgen, pero se encuentra decidida a perderla. A partir de aquí se empiezan a vislumbrar uno a uno los desajustes en la educación de la joven. Por extensión, apreciamos también los de todo su entorno cercano, y posteriormente, el del grueso de los postadolescentes que acuden a fiestas en lo que se comercializa es la cosificación y el desfase. La cinta es aguda en bastantes aspectos: retrata un concepto de diversión basado en la autodestrucción, en la consumición y el vómito, en volver a repetir lo mismo. Por otro lado, se presenta con veracidad y fuerza la toxicidad inconsciente que genera la presión social de los entornos de los jóvenes, y cómo momentos que deben ser trascendentales en la vida son canalizados por la normatividad o las enseñanzas del grupo. Un retrato de la brutal influencia que ejercen los que ya son “experimentados”. También hay lugar para que broten aspectos de la condición humana en las relaciones de amistad como la envidia, la mentira o los celos. Incluso para el cuestionamiento de la utilidad de las amistades históricas (herencia de otra época) que se perpetúan a pesar de la incompatibilidad entre sujetos. Y entre tanta sustancia, la problemática mayor: el consentimiento en las relaciones sexuales, cuándo y cómo se produce, cómo lo interpretan los jóvenes, y qué es lo que ocurre cuando el consentimiento no se afirma (violación).
Más allá del amplio y a veces vago concepto del coming-of-age, nos encontramos ante una película que funciona como un “contraviaje”. A diferencia de las películas en las que el viaje se convierte en el canal, el impulso, el detonante, o el paso a una nueva vida, generalmente a mejor, esta salida supone para su protagonista un terrible comienzo, un súbito acceso a la adultez, un envejecimiento forzado y violento que vislumbra un futuro a corto y medio plazo con un daño irreparable. En consecuencia, el discurrir tonal de la cinta va a compás con su argumento. De la comedia de exceso pasa a una oscuridad con aire de terror, y finalmente, al drama. De planos más generales la cámara va asfixiando con el paso de los minutos a su protagonista. De manera análoga actúan la música y la luz. Se podría afirmar que la evolución del filme funciona como un compendio rítmico de los momentos que viven muchas de las víctimas de estas agresiones más veladas, que en su inicial inocencia no ven venir que su felicidad va a tornar a trauma.
How To Have Sex, como su nombre irónicamente anuncia, se convierte en una pieza ilustrativa y didáctica, en una ejemplificación de cómo no practicar sexo: de qué comportamientos, por parte de agresores y del propio entorno de la víctima, paso a paso, advocan a la tragedia y al trauma. Una suerte de guía cristalina para que quien, por ejemplo, no vea la agresión sexual en la famosa escena de Una partida de campo (Partie de champagne, Jean Renoir, 1946, Francia), al menos aquí, le carcoman las dudas. En conclusión: no solo educa, sino que también destapa. Una película que señala al agresor, su modus operandi, o la legitimación del entorno, pero que, sin restar un ápice de la responsabilidad del culpable, muestra la desprotección, el desamparo y la poca formación con la que llegan los jóvenes a su primer acto sexual.