Clara Tejerina / 08.11.2023
La sección Tiempo de Historia de la Seminci, enfocado en las nuevas formas del cine documental, trae títulos tan interesantes como Zinzindurrunkarratz (Oskar Alegría, 2023), Our body (Claire Simon, 2023) o Youth (spring) (Wang Bing, 2023). Entre sus propuestas se encuentra Un volcán habitado (2023), una película que, en 66 minutos de metraje, muestra algunas impresiones de lo que ocurrió en la erupción de un volcán en la isla de la Palma en el año 2021. Los directores de este documental, dos isleños que vivieron este fenómeno en sus propias carnes, montan las imágenes que grabaron durante el tiempo que el volcán estuvo activo y las hacen dialogar junto con los audios de Whatsapp que intercambiaron en sus grupos de amigos. El volcán es el protagonista indiscutible de esta historia, donde se ve por un lado la preocupación, pero a la vez, la fascinación de sus habitantes por lo que están viviendo. El rojo y el negro inundan las imágenes en un contraste marcado y violento, pero también genera un efecto meditativo por el propio movimiento pausado de la lava que va consumiendo lo que encuentra a su paso. El uso del sonido es esencial en esta propuesta, por un lado, las grabaciones del grupo de amigos, que recogen las impresiones y formas genuinas de hablar y vivir este fenómeno. Por otro lado y en contraste, el sonido del volcán, un sonido profundo y vibrante, que envuelve la película y la sala de cine e impacta con el espectador. Un sonido que se mantiene constante, varía el volumen, pero la vibración se mantiene siempre presente, para no olvidar en ningún momento que el protagonista de la cinta sigue activo.
Una de las voces que forman parte de la película, trae a la misma una de las mejores analogías posibles con el volcán de forma totalmente espontánea: “Esto me recuerda a la historia interminable, cuando se acerca la nada y se lo come todo” dice uno de los amigos. El resumen perfecto para una situación que se mueve entre la singularidad y el dramatismo. Las personas están perdiendo sus hogares pero a la vez, miran esa nada expectante, el poder imparable de la naturaleza abriéndose paso entre los isleños.
La cinta se va construyendo a sí misma, es una propuesta que sus directores empiezan a grabar, pero no saben cuándo va a terminar. Eso mismo, además del propio volcán, le otorga a la propuesta el carácter arriesgado de una película que no se sabe hacia dónde va a llegar, si va a haber material o no para construirla. Una película que vive y habita su presente, pues observa sin juicio, con el mismo punto de incredulidad y fascinación, el acontecimiento natural que está viviendo la isla.