‘The Green Border’: Lo que pasa en la frontera, se queda en la frontera

Clara Tejerina / 03.11.2023

En su nueva película The Green Border (Zielona granica, 2023), la veterana Agnieszka Holland, directora de títulos como Europa, Europa (1990), El jardín secreto (1993) o capítulos en series como The Wire (2002) o The House of Cards (2013), explora en esta nueva propuesta el drama que viven los refugiados en la frontera entre Polonia y Bielorrusia. A través de un relato coral enmarcado en capítulos diferenciados que se van tejiendo y conectando a lo largo de la cinta, hila esta historia donde muestra la brutalidad e inhumanidad que se vive en la frontera. 2 horas y media de crueldad activa donde se muestra el desgarro forzado que tienen que experimentar estas personas para llegar a la que se les ha vendido como “la tierra prometida”, Europa. 

Para ello hace uso de la ficción como marco, y el blanco y negro como elección cromática. Este aporta un dramatismo innato y a su vez, casa con la dualidad de la propia frontera como símbolo y elemento narrativo. El blanco y negro también acentúa la noche, que es donde transcurre la mayor parte de la cinta, y ayuda a mostrar esta oscuridad imperante en el que se sumergen los protagonistas por la situación que están viviendo. Además de ayudar a mostrar la brutalidad también aporta una de las secuencias más bonitas de la película, donde varios chicos jóvenes de diferentes razas se juntan para cantar una canción. Uno de los momentos de respiro, uno de los más hermosos, donde el blanco y negro separa las realidades de estas personas, pero a su vez les iguala con el encuadre al mostrar que todos son adolescentes, que todos son iguales.

El problema en el que puede caer la película es en un exceso de exactitud y control para mostrar una situación descontrolada. Crea un marco demasiado perfecto y cuadriculado donde todo queda hilado, esto hace que se acentúe la sensación de ficción que se cuenta y deja de lado la opción de reflexión cercana al documental. Una embarazada, niños muy pequeños y personas mayores son los que presencian estas atrocidades. Tristemente todas estas personas viven las situaciones mostradas en la vida real, sin embargo, al tratarse de una ficción y no de documental, el manejo al antojo de estas personas también hace dudar de la moralidad de su uso, pudiendo caer en  cierta manipulación hacia el espectador. Lo mismo ocurre con el tema del punto de vista en el epílogo de la cinta, al comparar las diferentes situaciones de inmigración. La directora trata de poner el foco en las diferencias que hace la UE entre los inmigrantes de dentro de Europa y los que no pertenecen a ella, y así reflexionar sobre la injusticia de esto. Sin embargo, en la comparación, este deseo de condenar a las instituciones puede quedar mermado por el punto de vista. Pone el punto de foco en las víctimas, y con la comparación genera un efecto culpabilizador hacia el que pasa las “menores calamidades” más que construir una crítica hacia las instituciones que permiten que se mantenga la barbarie.

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