
Tim Mielants vuelve a colaborar con Cillian Murphy en una cinta que muestra la Irlanda rural para ofrecer una mirada a la historia real ocurrida en 1985. Ambientada en un pequeño pueblo, muestra la opresión y el abuso que ejercen las monjas de Las Hermanas de la Misericordia, una institución religiosa que desde 1831 fue escalando poder en Irlanda. La película se sitúa en un momento bisagra de esta institución que, aunque seguía muy presente en la sociedad, ya empezaban a alzarse voces críticas que repudiaban los abusos cometidos.
Los planos cerrados, los detalles de las manos, los rostros y la suciedad generan una atmósfera densa y opaca que acompaña la sensación de claustrofobia e incertidumbre que se vivió en la época. La puesta en escena parte del espacio físico y lo alza como protagonista, un pueblo escondido y acechado por un misterio que envuelve al lugar, que de terrorífico resulta ser muy real. La película recurre a elementos de thriller con una estructura que busca mantener la tensión y una fotografía milimétrica y asfixiante.
Sin embargo, por fina que sea la fotografía y la ambientación, el director pone demasiado empeño en la estética y, por momentos, pierde el rumbo narrativo. A pesar de ello, la película es un buen retrato del sentir de ese periodo, un drama social denso pero que también persigue la esperanza, con detalles tanto estéticos como narrativos que aportan luz en medio de la oscuridad.