Mario C. Gentil / 06.09.2022
‘Pacifiction‘, la cinta francesa del director catalán Albert Serra que fue preestrenada en el pasado Festival de Cannes, se encuentra en las carteleras de nuestro país desde el pasado 2 de septiembre.
Este oscuro drama situado en la Polinesia francesa, concretamente en Haití, nos retrata de una manera muy peculiar el clima político de las islas. Un representante del Estado que comisaría las islas, tiene que mediar entre la población local y la sospecha de pruebas nucleares por parte del ejército francés.
Empezando por su mayor logro, la cinta tiene una fotografía que es espectacular de principio a fin. Artur Tort, nos deleita sacándole el mayor partido a la belleza natural del enclave, y a su vez mezclándolo con una pretendida y bien lograda artificialidad muy a tono con la mezcolanza que se produce entre las culturas que aquí chocan y se retroalimentan, para bien o para mal. Los tonos rosados, dorados, verdes y azules reinan en la película, no siempre con una construcción lumínica espontánea. Incluso me atrevería a decir, con altas posibilidades de equivocarme, que el blanco, siempre presente aquí como elemento no nativo, simboliza la corrupción, o más concretamente, el occidentalismo contaminante. A buen seguro, el simbolismo está calculado en todo momento en esta potentísima presentación visual, que alcanza a veces incluso una apariencia surrealista.
Por otro lado, la película es misteriosa, enigmática y a veces muy hipnotizante. Se ayuda en ocasiones de manera sencilla pero muy efectiva en el uso de la música para ello. Lo turbio y pesimista subyace durante todo el filme, impregna cada escena, y no nos deja pensar bien de casi nadie ni cuando queremos luchar contra ello. Hay una visión muy desalentadora del ser humano aquí.
Pero no voy a traicionarme ni a mí mismo ni a quien me lea, la cinta se me derrumba por dos elementos. El primero de ellos la narración, que habrá a quien le satisfaga (faltaría más), pero que no va a encajar bien el público medio. No todo el cine que se haga tiene que ser sencillo de contemplar ni de pensar, pero es una cinta que desgasta la mente y no nos ofrece picos narrativos que nos impacten o que al menos nos mantenga en tensión. Y segundo, la duración es excesiva. Ciento sesenta minutos de bellos planos, de constante simbolismo, pero de poca revelación llega a veces a frustrar, y comprendo, sin necesidad de más argumentos, al espectador o espectadora que llegue a decirme que le parezca una película aburrida, pues a mí por momentos me lo ha parecido. Este tono de película, compactado en una hora menos de metraje, hubiese sido mucho más eficaz.
No obstante, los personajes son muy interesantes, y cuentan más de lo que parece sobre sí mismos, pero al no verse envueltos en una narración más dinámica, para muchos, quedarán en el olvido. Están eso sí muy bien interpretados por Benoît Magimel, Pahoa Mahagafanau, Marc Susini, Matahi Pambrun, Alexandre Mello o Sergi López.
En conclusión, Albert Serra realiza con exactitud lo que pretende, pero debe entender el espectador, si no lo sabe ya, que va a enfrentarse a una película que puede atraerle por muchas cosas, pero que quizás, serán más los elementos que les produzcan cansancio. Yo solo escribo para divulgar, pues es el espectador el que tiene que ir al cine y sentarse a verla y armarse su opinión propia.