Mario C. Gentil / 18.03.2023.
A la hora de recoger la realidad social, la esencia o el panorama de un lugar, según el grado de profundidad con el que se ahonde, solemos decir de las películas que son una radiografía, un retrato, una fotografía, o en el peor y más superficial de los casos, una postal. Leaving on the 15th Spring (Tabidachi no shimauta: 15 no haru, Yasuhiro Yoshida, 2013) se puede catalogar entre estas dos últimas, pues pese a que sitúa al espectador en un lugar y unas situaciones inéditas (que no excepcionales en el mundo), lo hace con una sobredosis de buenismo, de azúcar y de subrayados que lo acercan más a un detalle bienintencionado que a un trabajo de verdadero calado.
En una pequeña isla de Okinawa, no existe escuela de educación secundaria, por lo que los jóvenes al llegar una edad tienen que dejar su hogar para continuar con su educación. Este punto de partida, sirve para hablar del vuelo del nido; de la ruptura con los modelos de vida tradicionales de un pueblo y la paulatina despoblación; del enfrentamiento entre modernidad y tradiciones, y por lo tanto, de contraste entre generaciones; o de la búsqueda de un mundo propio en detrimento del fuerte arraigo a una cultura local con sus modelos de vida, sus códigos morales y sus relativos trabajos. Aun poniendo el foco en tantos temas relacionados, pero diversos y con aristas, la película carece de una verdadera sutileza formal que remueva estos temas, pues prefiere asentarse en los repetidísimos recursos de la música subyugante, tanto por momentos de utilización, como por significados literales en sus letras, o en numerosos primeros planos que, en vez de revelar sentimientos nuevos, asientan una sola idea de la que no escapar en sus posibles interpretaciones (generalmente utilizados para los rostros y los sentimientos que esconden los personajes). Si bien, la cinta no es todo lo simple en su fondo que sus formas si se empeñan en expresarse, pues revela un cierto viraje a las rupturas de pareja pero que, sin embargo, deja una declaración autoral dispersa, y que parece servir solo como recurso para situarnos en un coming of age que vaya algo más allá de simplemente salir de casa por primera vez.
Leaving on the 15th Spring sí tiene un punto de agudeza en su concepción cíclica, que vemos expuesta en la escena que da comienzo y también en la que cierra el filme: desde el barco, los adolescentes lanzas tiras, lazos que conectan con sus progenitores que se despiden desde el muelle: una simbólica ligadura a la tierra de origen a la que la mayoría, con alta probabilidad, no volverán, pero a la que siempre le atarán conexiones. Este drama juvenil pese a la singularidad de su enclave, no ofrece nada que cualquier rincón del planeta no haya expuesto ya. Sin embargo, siempre resulta en algún grado estimulante ver cómo se repite la sociología humana en localizaciones tan dispares de nuestro planeta. Al fin y al cabo,+ como dijo Carl Sagan, si un extraterrestre viniese y viese nuestros comportamientos y ritos, apuntaría más cuánto nos parecemos en todo el globo que cuánto nos diferenciamos.
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