Mario C. Gentil / 27.01.2022
Las vírgenes suicidas (1999) fue la ópera prima de Sofía Coppola. La película está basada en la novela de Jeffrey Eugenides, siendo la propia directora la que adapta el guion.
Es una obra que trata, fundamentalmente, del suicido juvenil, y la relación que tiene éste con el control o el poco espacio vital otorgado a las niñas adolescentes, y la poca comunicación de los progenitores. Partiendo de esa base, la cinta no escarba de verdad en la hondura del tema. En ciertos momentos nos lo quiere plantear como un enigma irresoluble para los espectadores, casi tendiendo a la romantización, aunque se contradiga con el discurso que plantea y denuncia. Y es que, que el punto de vista del espectador sea más un grupo de chavales que intentan conocer, más que en el lugar de las propias niñas, nos hace tener la misma distancia que ellos tienen de éstas. Aunque esto puede deberse a que es una novela adaptada (que desconozco cómo se desarrolla) escrita por un hombre, lo cual se entiende más ese punto de vista.
La cinta es bastante buena en su narración, creo que es su principal virtud. Sin embargo, está como encorsetada en el cine yanki de buenas intenciones cinematográficas, pero algo superficial, que tira excesivamente del recurso de la voz en off, porque no encuentra más vías de expresión. Además, promete en su inicio un desarrollo más potente del que luego se da. A mi modo de ver, al filme le falta un poco de autoría.
La fotografía es buena, y en la banda sonora tiene uno de sus mejores apartados. También las actuaciones estarán por encima de la media. Kirsten Dunst, que a sus 17 años ya tenía un largo bagaje cinematográfico, está sensacional, y mejora la película en las escenas que está presente. También tendrán buenas actuaciones los por entonces adolescentes Josh Hartnett y Hanna Hall. Habrá incluso varios actores muy secundarios de altura que aparecen en escenas aisladas como Scott Glenn o Danny DeVito, lo cual a mí me desconecta un poco porque da la sensación de que no era necesario.
Las figuras de los padres (James Wood y Kathleen Turner) están un poco caricaturizadas, sin ser esto algo malo, pero uno los ve tan a menudos así retratados en las películas estadounidenses, que ya duda de cuánto realismo presentan (de realidad no se puede dudar que no haya, pues consigue transmitir lo que simbolizan).
La película tiene un paralelismo evidente con Mustang (2015), que en mi opinión consigue superarla tanto en lo que cuenta como en su ejecución.
El primer largometraje de Sofía Coppola, que a grandes rasgos me ha decepcionado y que se va diluyendo pese a su teatral y de antemano anunciado final, no alcanza a rozar la fuerza que sí tendrá Lost in Traslation (2003), su mejor obra.