Andrea Villalón Paredes / 11.02.23
En una familia patriarcal compuesta por dos generaciones diferentes empiezan a surgir tensiones debido a la falta de un varón. El hijo mayor solo ha tenido hijas hasta el momento y el hijo menor todavía no ha concebido ningún hijo, a eso se le suma que está desempleado y es su mujer quien trabaja… todo parece cambiar cuando el hijo menor consigue un trabajo en un teatro erótico y empieza a relacionarse con una mujer transgénero.
Joyland es una película que tiene ciertos parecidos con Holy Spider, en cuanto la exploración de temática de los roles de género y la misoginia en los países de oriente medio. Lo más interesante del filme es cómo se exploran las diferencias entre la experiencia de las mujeres trans y cis. Aunque es una película dramática porque trata temas sociales, la narrativa nunca hunde a los personajes por su identidad como, por ejemplo, pasa en Close.
Biba, interpretada por Alina Khan, nunca es esclava de la realidad que la rodea, sino que la hostilidad de su entorno, la opresión que sufre por ser mujer transgénero, tiene el efecto contrario a lo que se espera en este tipo de películas. El haber roto con el estándar social y no verse obligada a seguir las normas de las familias patriarcales y rodearse de su comunidad, le da incluso más libertad que cualquier mujer cis dentro del filme. Por caso contrario, las mujeres cis se ven obligadas a seguir con las normas culturales y sociales de ser amas de casa y concebir hijos (aunque el filme también explora las dinámicas de la relación entre las dos mujeres de la familia.), mientras que los hombres son los encargados de proveer. La pieza clave es Haider (Ali Junejo), el hijo menor, que sirve como engranaje para conectar ambos mundos, a la vez que se hace un comentario en las diferentes masculinidades. El problema de la narrativa es que cuando estos temas se conjuntan, son tan complejos de tratar que toman giros narrativos que dejan de tener concordancia. Aquí se nota en torno el tercer acto. Por ejemplo, el personaje de Biba se descarta de la trama repentinamente y la relación que tiene con el desarrollo de personajes de Haider desaparece casi al completo. A mí, precisamente, me hizo preguntarme por qué en la sinopsis se hacía énfasis precisamente en este personaje si al final del filme no tenía tanto peso.
En cuanto al apartado técnico, lo que más resalta es la fotografía. Sobre todo en el aspecto de la iluminación, que donde más brilla es por las noches, por su juego con el color de las luces. También se ha de resaltar las interpretaciones, que son solemnes y ayudan muchísimo al nivel de inmersión en la trama de la película. Al igual que la selección de la música, las canciones que suenan encajan muy bien con el tono que quieren dar. El lenguaje cinematográfico, refiriéndose este a los planos y los movimientos de cámara, etc. es un poco básico y tampoco ayuda que el ratio del filme sea 4:3, que a pesar de que tiene el objetivo narrativo de enfatizar en la sensación de agobio y la presión, es un recurso sobre utilizado en los últimos años, y en esta película, donde hay exteriores e interiores y hay escenas coreográficas de danza, un ratio diferente quizás le hubiera venido mejor.
En resumen, Joyland es una película que tiene ciertas propuestas interesantes, trata temas como el aborto, la maternidad, la identidad sexual y de género, pero que, al abarcar tanto, acaba perdiéndose en sí misma, sin ser capaz de conectar todos estos temas, ni saber muy bien cuál es el arco de personaje para el protagonista del filme, así como los otros personajes secundarios.
SOBRE LA REPRESENTACIÓN TRANSGÉNERO (AVISO SPOILER):
Biba NO muere. Este matiz lo hago por si hay alguien de la comunidad trans leyendo esta crítica y se pregunta si es genuinamente buena representación o si, por el contrario, se van a sentir abrumados por lo que ven en pantalla. En mi opinión, creo que es el primer caso, a pesar de que el personaje deje de tener importancia repentinamente.