Andrea Villalón Paredes / 28.01.2024
Iron Claw cuenta la historia de la familia Von Erich, los intentos frustrados del padre, Fritz Von Erich por convertirse en campeón de lucha libre en la categoría de pesos pesados, se traslada a sus cuatro hijos (cinco en la vida real, pues el director, Sean Durkin, decidió quitar al más pequeño para hacer la historia “más realista”) y durante las dos horas que dura el filme, vemos como todos ellos se pelean para conseguir tan ansiado título.
Podríamos hablar durante de la lucha libre y legado de los Von Erich, pero es que no tengo idea alguna. Lo único que conozco de la lucha libre es las hostias que mis primos y yo solíamos darnos intentando imitar lo que veíamos en la televisión cuando éramos críos. No obstante, tengo una auténtica pasión por las historias que envuelven deportes y una historia trágica. Véase, por ejemplo, Yo, Tonya (2017). Ambos filmes contienen la misma fórmula mágica que es una figura parental opresora que destruye cualquier oportunidad de desarrollar una personalidad propia al hijo, si no que, por caso contrario, acaba convirtiéndose en una hiperfijación obsesivo-compulsiva en busca de aprobación del adulto y más tarde uno mismo.
Las películas de deporte siempre dan muchísimo juego porque siempre se pueden sacar imágenes fantásticas y en el caso de lucha libre no iba a ser menos, las patadas voladoras, los suplex… todo es más heroico en la gran pantalla y con un director de fotografía detrás de cada plano. El materialismo de los cuerpos llevados completamente al extremo, donde la función estética también juega un papel fundamental. La colosidad del cuerpo de Zac Efron es increíble; es inevitable pensar en He-Man cuando se deja ver. El comienzo de la película es claramente una referencia a Toro Salvaje (1980) de Scorsese, empezando en el ring, en blanco y negro a manera de flashback, que sirve para subrayar el pasado de la familia, así como la clase obrera a la que pertenecían.
No obstante, mentiría si dijese que la película habla sobre las dificultades de triunfar en un deporte siendo de clase baja-media, porque no va de eso. La película intenta explicar de donde viene la popular “maldición” de la familia y como contra posición a lo que se muestra en pantalla (la grandiosidad de los cuerpos y la brutalidad), la respuesta es la masculinidad tóxica que viene a manos de una figura paterna y la ausencia de la materna. Por lo que, verdaderamente, el aspecto de la lucha libra, pasa a segundo plano y las emociones al primero. Presenta unos personajes complejos que constantemente están siendo machacados con la misma narrativa de ser los mejores y los más fuertes, cualquier tipo de decisión no es propia, sino para conseguir ganarse el puesto en un ranking creado bajo los criterios del padre, donde cualquier discrepancia frente a la norma se recibe con rechazo, intentando que los propios hermanos compitan entre ellos y creando cierta rivalidad pasiva que, aunque no los enfrenta, mantiene siempre un ambiente opresivo, jugando con el filo del cuchillo que al final se acaba pagando con el precio más caro.
Muchas personas han comentado que es el equivalente de Las Vírgenes Suicidas (1999) de Sofia Coppola y Mujercitas (2019) de Greta Gerwig y, de cierta manera, es cierto. Tiene el aspecto de reducir a los hombres en este limitado y reductivo concepto que se delinea por el materialismo y apariencia de los cuerpos (Coppola) y aparte tiene el aprendizaje del luto y cómo encontrar quién eres (Gerwig). Iron Claw es quizás una de las películas más tristes de 2023, pero a su vez esperanzadora con su mensaje final. Es un biopic que, aunque deje atrás al hermano pequeño, Chris Von Erich, lanza un mensaje que a día de hoy es más relevante que nunca y que invita a revisar ciertos comportamientos.