Andrea Villalón Paredes / 03.12.2022
Atraídos por una experiencia gastronómica de alto estándar única, un grupo de personas influyentes y considerablemente ricas se adentra en una isla de la que, quizás, no salgan jamás.
El Menú es cine culinario que apuesta por una propuesta parecida a la de El Triángulo de la Tristeza, Saw o, incluso, Midsommar, pues en ambas películas nos encontramos a un grupo de elegidos que se someten a una experiencia un tanto inquietante que les da una clase maestra de humildad. No obstante, lo interesante y novedoso de El Menú es el comentario de clases, como la crítica al arte que hace, que se ve acompañado por unos visuales muy bien cuidados y la presentación de los platos que, en ocasiones, da la sensación de que se está viendo un documental culinario.
El filme consigue mantenerse en este género de reality show, como Masterchef, de manera muy interesante; el espectador entiende que hay algo que no encaja y la película da indicios de esto desde el principio, pero es solo hasta que se desvela la verdadera trama de la historia, que la película pasa completamente a suspense con tintes de terror. Todo esto a través de un ritmo plausible y unos diálogos que se entre mezclan con la comedia.
No quiero destripar mucho el filme, porque es de las que se disfrutan mientras menos sepas de ella, pero quiero hacer hincapié en la crítica que la película propone, que se puede extrapolar a su mismo campo: el cine.
Durante los últimos diez años hemos visto cómo las películas de superhéroes han ganado una importante popularidad en nuestra cultura, llegando a un punto en el que apenas se deja espacio para otras obras más independientes o incluso para producciones grandes que se salen de este tipo de géneros. A la paz de esto, Martin Scorsese, uno de los cineastas que más ha trabajado por la preservación del arte cinematográfico alrededor del mundo, ha sido fuertemente atacado e insultado por mostrar un visible descontento y crítica sobre el mencionado género de superhéroes. El Menú propone varias preguntas en torno a esta situación, ¿cómo puede competir el arte contra el comercio?, sustancia vs. materia, ¿por qué se usa el arte como símbolo de poder?, ¿por qué se menosprecia y se insulta al arte?, ¿cómo colabora el artista a dicho menosprecio?, ¿por qué el arte no le interesa a la gente común?, ¿por qué se intelectualiza las críticas hasta el punto de hacerlas accesibles solo a unos pocos?… todas estas cuestiones, junto a otras más, forman parte del subtexto, aunque se tratan explícitamente en la película, se puede disociar con el argumento y desarrollo de los personajes, pero cada individuo está en esa habitación por una razón y esa razón pretende dar una lección sobre la relación entre el arte, la intelectualidad y las clases sociales.
Traer a Anya Taylor-Joy al proyecto es un acierto. No solo por lo buena actriz que es, sino que, considerando las cuestiones mencionadas y que Taylor-Joy es una de las actrices del momento, el público que puede atraer es más mainstream, que quizás se verán enfrentados a estas cuestiones de manera más abstracta y lejana; a través de la gastronomía, e incluso puede que les lleve a reflexionar y plantearse apostar por narrativas más artísticas y/o independientes.
El Menú es una película delicada y cuidada a nivel visual, que se plantea como una película sencilla. No obstante, tiene un subtexto muy potente que plantea cuestiones no solo relevantes a la industria cinematográfica, sino que también se puede extrapolar a cualquier otra corriente artística. Esto hace que la película tenga la perfecta mezcla para hacer disfrutar y reflexionar a cualquier tipo de público.