Clara Tejerina / 13.04.2023
Sam Mendes presenta su última película El imperio de la luz (Empire of light, 2023, Reino Unido). Una cinta con tintes biográficos en la que hace un viaje a su propio pasado y que explora temas que el director vivió en su infancia. El tatcherismo, la ascensión de los skinheads, el odio racial… y en medio de todo esto, el cine como lugar de escape. La fórmula estética es similar a la utilizada por Spielberg en su última película Los Fabelmans (The Fabelmans, 2022, Estados Unidos) tanto en la temática biográfica como en el tono de la película, diferenciándose principalmente en el punto de vista. Mientras Spielberg sí que introduce su propio alter ego en la cinta, Mendes se mantiene fuera de la narración, dedicándole el protagonismo, principalmente, a Hilary (Olivia Colman) que homenajea a su propia madre. Sin embargo, la propuesta de Mendes queda en este caso bastante diluida y se distancia de otras películas de su filmografía, tanto en estética como en profundidad, como son American Beauty (1999, EE. UU) o Revolutionary Road (2008, EE. UU).
La película empieza con Hilary encendiendo las luces del cine, localización principal durante la cinta. Un montaje de imágenes que se toma su tiempo para ir presentando los distintos rincones del edificio, es un buen comienzo dado el título mismo de la película, pues parece presentar al personaje principal, el cine. Sin embargo, en la película de Mendes y, a pesar de sus esfuerzos, el cine como espacio adopta un carácter más carcelario que romántico. A pesar de que el director ha indicado varias veces que no quiere hacer su propio Cinema Paradiso (1988, Italia), la comparación con la cinta de Tornatore es inevitable. Escenas como la presentación de la cabina de proyección con los carteles que inundan las paredes, el recorrido por esta misma sala mientras suena la música como homenaje, las relaciones que se forman hablando de la luz mientras manejan el proyector donde, además, el diálogo evidencia el clímax conceptual de la película, o la escena de Olivia Colman mirando por primera vez la pantalla de cine como haría Totó (Salvatore Cascio) coincidiendo en el mismo contrapicado evidencian la referencia.
Sin embargo, mientras que en la película de Tornatore se recalca el cine como lugar popular de encuentro donde las diferentes emociones surgen y se contagian entre las personas, en la película de Mendes este lugar está casi siempre vacío, únicamente habitado por sus trabajadores y sesgado por los conflictos. El jefe que abusa de Hilary, las tensiones con los clientes o el asalto de los skinheads, de los cuales ni siquiera el cine como edificio les puede proteger. Los planos generales que se repiten recurrentemente muestran el vestíbulo desde el interior y enfocan hacia las puertas enmarcando las líneas rectas que convergen entre ellas que encapsulan a Hilary. La mirada anhelante de esta hacia el exterior, filmada desde el otro lado de la puerta remarca el cristal que separa a Hilary del mundo y acentúa la mirada melancólica que parece desear algo que no tiene y que ese lugar no le puede conceder.
La relación entre Hilary y Steven también está limitada por este lugar, pues es donde tienen que esconder su relación, centrándola en la parte abandonada del cine y en la azotea, mientras que la escena de la playa, las visitas al hospital o la escena las piedras, sí que les concede momentos cómplices y de conexión, y todas ellas suceden fuera del cine. Puede parecer entonces que la magia sucede dentro de la propia sala, y de hecho la película, desde su título, parece intentar ir ahí, al lugar donde luz y oscuridad convergen, sin embargo, este concepto se pierde en la presentación de la misma al centrarse en lo que ocurre después de la proyección, una sala vacía y varios trabajadores que tienen que quedarse hasta tarde para dejarla preparada para la siguiente sesión. A esto se suma uno de los momentos de mayor catarsis de Hilary en el cual ha de salir huyendo del cine. Es solo al final de la película cuándo la sala tiene un breve momento de esplendor, cuando Hilary ve una película por primera vez, momento en que esa magia parece relucir de nuevo.
pero también veo en la soledad de ella que le reconforta la poesía la naturaleza y al final tb el ver películas se enseñan uno al otro que la amargura y la soledad se puede llevar mejor con personas que te escuchan y comparten ratos y charlas
la música también es participe
música, poesía y cine