Mario C. Gentil / 06.01.2022
El que les habla siempre intenta sentarse sin prejuicios a la hora de ver una película, tal es así que ni leo sinopsis de obra alguna, solo miro género y autores. Pero al enterarme involuntariamente de que la cinta se desarrolla en un solo plano secuencia, no pude evitar caer en el pensamiento de que iba a presenciar un ejercicio de estilo, una muestra de capacidad técnica, pero que seguramente me iba a cansar una cinta sin un solo corte.
Existo, soy humano, y como tal cometo errores. Todo lo contrario que todos los artistas que han trabajado en este filme, pues desde la dirección con el acertado concepto desde el que enfocar la película (el director trabajó como chef durante 12 años), pasando por el guion donde participa el propio Barantini junto a James Cummings, el manejo del cameraman, hasta la primorosa actuación de todo el reparto (con Stephen Graham como protagonista, pero siendo una película muy coral), están todos excelentes, creando una obra redonda.
Un gran acierto, por tanto, la elección de un solo plano secuencia para transmitir esa sensación de participación del espectador en lo que está ocurriendo dentro de ese restaurante. Es más, consigue que con el paso de los minutos se deje de pensar en que sea una película sin cortes, pues logra rápidamente sumergirnos en la hiperactividad de tal trabajo, imbuirnos tan de facto en esa realidad, que es imposible que el público no se mimetice con el entorno.
Esta transmisión de realidad absorbe todo el filme, y a pesar del uso del tiempo real, no se tiene esa sensación de película teatral que este recurso suele añadir (tampoco debería pues no se basa en ninguna obra de teatro), ya que no son los personajes los que se van del encuadre, sino la cámara los que los sigue y los abandona para centrarse en otros, para estar en todos lados, para situar también al espectador en la espacialidad física del lugar.
Tanto la puesta en escena como las actuaciones son sobresalientes, y hacerlo de tal manera sin la posibilidad de caer en el error me parece que tiene un mérito brutal. Desconozco cuantas tomas han utilizado, pero desde luego han sido las correctas para hacer una película en la que no se nota ningún bajón de rendimiento en unas actuaciones de noventa minutos.
Y ojo, no solo la experiencia de una jornada de trabajo en un restaurante de tal exigencia, con los altísimos niveles de estrés que conlleva, es lo único que transmite la película. Se nos expone también una gama de personajes, con las diferentes personalidades que se pueden dar en un entorno de trabajo. Y dentro de esto se nos insertan minihistorias, que ahondan más en las actitudes de los personajes.
Vemos a su vez, que, dentro de la cocina de un restaurante de calidad, no todo es como aparece en el elegante plato final, y cómo todo se humaniza, se improvisa, incluso se saltan las normas sanitarias porque van hasta el cuello de trabajo. También vemos el otro lado, el repertorio de diferentes clientes que se dan, y cómo tienen los trabajadores que gestionar un empleo que cada uno sabe si le compensa o no.
En definitiva, una película que aparte de demostrar una capacidad cinematográfica bastante alta, es una muy rica experiencia.