Mario C. Gentil / 05.10.2023
Hay ciertas conductas que recordamos y nos parecen una muestra de tosquedad y frialdad tremenda. Después alegábamos el amor y la fidelidad que esas personas emanaban, y aunque costase entenderlas, cedíamos encantados en el juicio valorativo. Este tipo de amor se recoge en la ópera prima de Peng Tzu-Hui y Ping-Wen Wang, a la postre ganadoras de la Concha de plata a la mejor dirección, por A Journey in Spring (Chun Xing, Taiwán, 2023), un inspirado relato sobre el amor, la vejez y el duelo. Grabada en 16mm, el formato elegido se deja tanto los espacios de las celdas entre fotogramas, como el grano en su paso al digital. La obra hace un gesto ya en su presentación que va en la línea de la pureza de su argumento, del importante uso de las formas del espacio fotográfico (que servirán para generar la idea de ausencia), y también de la preservación de un cariñoso material ya en desuso.
La pareja de A Journey in Spring parece actuar al contraste de otra cinta asiática estrenada este curso: El regreso de las golondrinas (Li Ruijun, China, 2022). En un gesto opuesto al de enfocarnos una relación donde la cotidianidad hace el paulatino cariño, nos muestra esos momentos comunes en los que el anciano trata de manera huraña y despectiva constantemente a su mujer. El paso del tiempo ha derribado por erosión barreras que a veces la verdadera necesidad de unión ha construido pacientemente. Pero son dos caras de la misma moneda: un amor hecho grande con el paso de los años. Solo que la propuesta taiwanesa se asienta en el proceso de duelo, en el del recuerdo, en el de la añoranza, en el de la dependencia y en el del perdón. Ambas películas también contextualizan estas relaciones en un entorno de pobreza, pero mientras que en la primera es algo más expositivo, A Journey in Spring tiene entre sus logros la sutilidad y la porosidad con la que se presenta cada una las ideas que va lanzando. En su debut, las cineastas nos han mostrado que son magníficas manejadoras de la elipsis, creadoras del deseo y del recuerdo con la constante utilización de planos que generan ausencia y que piden a gritos una segunda persona que sabemos que antes estuvo. Al ritmo narrativo de la propia pareja protagonista que busca en el reciclaje un modo de vida, este viaje no hace sino apelar a la soledad, de facto, y a la que viene detrás, a la que espera, a la que sorprende.
Desde luego supone un acto de aprecio generacional digno de elogio en cineastas que debutan, que no ponen sus mundos al frente, sino que en un proceso de precoz ensanche posan su luz en cualquier tema digno de ser tratado. Y todo ello, creando una mirada propia y desinteresada. Gratísima sorpresa de la Sección Oficial y dos cineastas a las que seguir muy de cerca.