Mario C. Gentil / 12.02.2022
Los Amantes del círculo polar es, hasta la fecha, la obra cumbre de Julio Medem. Este singular drama romántico, de un fuerte aroma a realismo mágico, a buen seguro no es para todo el mundo, pues a algunas personas les parecerá melosa y cursi, a otras hastiará, pero también a mucha gente encandilará.
La película tiene un guion particular, con una construcción por capítulos desde dos miradas, con un montaje que en momentos parece extraño pero que se adecua perfectamente a cómo se nos quiere contar la historia. Si acaso en la escritura fallan ciertos diálogos, en los que algunos subrayados sobran y donde algunas correcciones hubiesen redondeado más el círculo. Pero haciendo un símil con la Tierra, las imperfecciones, mientras mayor es la esfera, menos se notan. Y este guion, realizado por el propio Medem, se desentiende de complejos y va con valentía.
Pese al tono dramático, a la ambientación, y a una muy protagonista fotografía (Gonzalo F. Berridi) de colores tan fríos, el sol nunca se pone en la película. Siempre hay una promesa de bonanza, como el amor eternamente se incita a prometernos. Y eso, en su modo de fábula, está bien transmitido aquí. La música, de Alberto Iglesias, también tiene bastante importancia en la fuerza comunicativa de la obra.
Tiene momentos de especial delicadeza, sutiles, bonitos, y de grazia cinematográfica. También utilizará mecanismos que te harán inclinarte del asiento queriendo adelantarte a las miradas de los actores, ya sea con una puerta, con una ventana, o incluso nos entrarán ganas de llamar a voces a alguien. Trucos cinematográficos y narrativos, algunos que pueden desesperar y no caer bien al espectador, pero que no se pueden dudar de su efectividad.
También versa sobre el vacío que dejan las figuras paternas y maternas, sobre el efecto sanador del amor, sobre su complejidad, sobre las huidas hacia delante o sobre encontrar un lugar en el mundo en el que podamos sentirnos nosotros mismos.
Las actuaciones están bastante bien en su gran mayoría, pero hay que resaltar el buen papel de Nacho Novo, y, especialmente, alabar la performance de Najwa Nimri, que se erige en bandera de la película, en la que es probablemente la mejor actuación como protagonista de su carrera.
Siendo distinta en el tratamiento fotográfico y en el enfoque anímico, hay algo que me recuerda a Amelie (2001), que se haría tres años más tarde. Quizás sea la envoltura de cuento, o quizás solo sean los grandes y acaparadores ojos de las dos actrices protagonistas. Pero la conexión existe.
Pero Los amantes del círculo polar es por encima de todo un romance que hace ya casi 25 años dejó su huella en el cine español.