Clara Tejerina / 15.01.2023
Maldita. A love song to Sarajevo, es un cortometraje dirigido por Raúl de la Fuente y Amaia Remírez, una idea original de Ivan Zahínos, producida por Kanaki Films y Medicusmundi Mediterrània que está nominado en la categoría de Mejor Cortometraje Documental en la ceremonia de los Premios Goya 2023. Hablamos con los directores, Raúl y Amaia sobre este proyecto.
¿Cómo encontrasteis la historia? ¿en qué momento decís… esto es lo que quiero contar?
Amaia: A Božo lo conocimos a través de Iván Zahínos. Él es director de proyectos de Medicusmundi Mediterrània con quienes desde Kanaki Films, nuestra productora, hemos coproducido el corto. Iván tiene una larga tradición con la ciudad de Sarajevo porque llegó allí en el 95, poco después del final de la guerra. Llegó para colaborar como óptico optometrista porque, algo que sucedía a menudo es que, cuándo empezaban las bombas salías de casa y te dejabas las gafas ahí en la mesilla. Hacía mucho tiempo que Iván quería hacer un docu con Božo, porque veía que este artista era capaz de simbolizar toda la esencia de la «ciudad inocente», como se conoce a Sarajevo. Božo es una persona en la que confluyen influencias, géneros… Todos los matices del ser humano y de la cultura de los Balcanes confluyen en Božo Vrećo.
Queríamos que esta peli hablara también de la relación de solidaridad entre Sarajevo y Barcelona. En el 92 en Sarajevo comienza el asedio más largo a una ciudad en la historia moderna, pero todo el mundo estaba mirando a Barcelona por las Olimpiadas ¡fíjate que ironía! que contraste más tremendo ¿no? Y ahí fue hermoso como la sociedad civil se volcó con Sarajevo. El Ayuntamiento de Barcelona convirtió a Sarajevo en su distrito número 11 para poder vehicular toda esa ayuda internacional. Se convierte en un modelo de cooperación ciudad-ciudad. Eso es algo que queremos contar en la peli también, y por ahí viene nuestra idea de que Clara Peya simbolizara Barcelona. La Barcelona más periférica, más canalla, más libre, menos institucional y que amamos. Y que el corto tuviera la forma de una canción de amor a Sarajevo creada entre dos artistas en estas dos ciudades que se tienden puentes.
¿Cómo es para vosotros acercaros a Božo y a su historia?
Raúl: Božo es una persona muy muy especial, muy delicada, y también es un volcán. Pero para mí como director junto con Amaia, sobre todo es un artista y es el protagonista de nuestra película. Creo que siempre le he mirado con ojos de director a artista. Creo que los grandes artistas saben cuándo tienen que darte lo mejor de sí. Suele ser un efecto muy efímero, muy breve, y tienes que estar atento para aprovecharlo. Božo me sugirió sobre todo autenticidad y delicadeza. Me encantaba la manera en la que él de alguna forma se hacía fuerte en su terraza. En lo alto de aquel edificio, era como su castillo, como una princesa de los cuentos medievales. Él adora la ciudad de Sarajevo, pero por otra parte le gustaba mucho estar en su terraza donde se sentía tranquilo. Le gustaba muchísimo mirar la ciudad, la ciudad otomana, la ciudad judía … Su terraza fue para nosotros el campo base. También es una persona muy valiente y creo que lo demuestra, eso le trae a veces enemigos. Él tiene haters y personas que le odian porque no conciben a alguien tan libre y tan puro. Božo, como él bien dice, es hombre y mujer a la vez, y lo percibes cuando estás con él, incluso es niño también, y también es un alien. Es un tipo que creo que como personaje de nuestro corto Maldita es buenísimo, muy poliédrico y fascinante. A mí me pasaba mucho en montaje junto con Amaia que nos quedábamos mirando cada uno de sus gestos.
Otra cosa que recuerdo mucho de esta película, de su delicadeza y su aproximación cinematográfica, era que Amaia y yo queríamos crear realmente una canción. Recuerdo estar en montaje y cerrar los ojos para sólo escuchar lo que estábamos haciendo, y que tuviera la métrica y el ritmo de una canción. Que cada palabra, cada sonido crease junto con la música y el piano un solo tema musical, que era la película, eso era muy emocionante. Cerrar los ojos y teletransportarte a Sarajevo y a Božo.
¿Cómo lo enfocáis para, estando tan presentes en tantos cargos de vuestros proyectos, no perder el rumbo, la dirección de lo que queréis contar?
Raúl: Para nosotros rodar así implica libertad. A mi llevar la cámara, como por ejemplo en la escena de la Basílica de Santa María del Mar, me da seguridad y me da libertad, porque me permite literalmente dibujar. Me permite pintar ese cuadro, crear y dirigir esa escena con la cámara. Lo otro fue el montaje. Esta película es muy dual porque tiende puentes entre el blanco y negro de su fotografía, entre Barcelona y Sarajevo, entre géneros, entre hombre o mujer, y también codirigir con Amaia es otro aspecto dual de la película.
Amaia: Para mí que sea Raúl quien rueda, quién monta, facilita muchísimo el trabajo en guion, montaje… ayer lo comentábamos porque es algo de lo que nos hemos dado cuenta a raíz de Maldita, que la colaboración creativa que llevamos a cabo funciona tan bien porque las ideas creativas que yo tengo en guion, en dirección, o en montaje, sé cómo Raúl las va a trasladar de manera práctica y técnica ¿no? Por eso funciona tan bien la creación conjunta.
De hecho, la idea de dualidad también se apoya visualmente con la idea de la doble pantalla
Raúl: Sí, eso fue algo muy intuitivo que teníamos en la cabeza y que estuvimos dudando hasta el último momento, pero finalmente nos parecía que era una manera de unir ambos mundos. A mí visualmente me encantaba ese aspecto de pantalla dentro de pantalla. No lo había utilizado en mi vida en ninguna película, pero de repente, aquí le vi un sentido. Esas videollamadas fueron mágicas desde el minuto uno, empezamos creando la comunicación entre ellos. Primero la carta que escribe Clara a Božo presentándose y luego las videollamadas de terraza. Eso fue inspirando un poco el esqueleto del guion.
Otro aspecto técnico o artístico que para mí marca de manera radical la película es el piano de Clara. La música original, la que no pertenece a la voz de Božo, es la misma improvisación de piano que ella creó. Nos enamoró y fue dando el hilo conductor a un guion que se iba creando en la sala de montaje. Con un solo tema se hizo toda la música, una impro que hizo Clara que además fue tan improvisada que no tiene ni final. Me encantaba esa rabia, esa frescura, esa fuerza salvaje de animales que tienen Božo y Clara, son muy salvajes. Clara tocando el piano es una fuerza de la naturaleza y ya te digo, en ese momento dijo “bueno, ya está, se acabó”, y realmente tuvimos que hacer muchos esfuerzos para conseguir que ese tema tuviera un cierre porque realmente estaba inacabado. Había mucha improvisación, incluso la canción Maldita que se creó para la película se iba creando. Incluso en la interpretación que se hizo en la basílica de Santa María del Mar estábamos todavía buscando la canción. A mí eso me ponía mucho, me encantaba ver que todo estaba in “status crescendo”, para mi esta película también habla del proceso de creación, creo que es un tema apasionante y tratamos de contarlo en Maldita.
¿Cómo enfocáis esta improvisación a la hora de organizar el rodaje?
Raúl: Con mucha apertura mental y mucha confianza en el destino. Yo creo que la clave en este tipo de rodajes es conectar de verdad con el protagonista. Yo sé que cuando esto se logra, todo lo demás va a funcionar. Por ejemplo, tuvimos la intuición de que la terraza iba a ser un espacio de creación potente. Amaia y yo teníamos realmente muchas ganas de filmar con la madre de Božo y él, por motivos personales, prefirió no hacerlo. Recuerdo que eso era frustrante, intentábamos convencerle porque para nosotros era muy importante. Su madre es clave en su vida y él cuenta en la película como ella le dice “fui yo quien te dio a luz como eres, no es la sociedad la que te ha hecho así, tú ya naciste así”. Ahí ya sabíamos que su madre era importante pero no conseguimos filmar con ella. Recuerdo también otro momento mágico cuando él está ensayando en su terraza con sus músicos, y estábamos filmando con Amaia, con Iván y con ellos y sabía que esa escena iba en la película. La luz perfecta cayendo sobre la ciudad vieja de Sarajevo. Empezamos a verlo en blanco y negro. Nos dejamos llevar porque creemos que es la manera de trabajar con músicos. Pienso también que fue un gran acierto, que fue idea de Amaia, el buscar a Clara Peya, creo que eso fue uno de los grandes aciertos de la peli.
Amaia: La elección de Clara tuvo un plus en cuanto a la almendra de Maldita. Maldita habla de cómo el arte, la música, la creación pueden ayudarte a sobrevivir a las guerras externas y a las guerras internas, como el conflicto bélico de Sarajevo, o el crecer siendo un niño diferente. La música y el arte pueden ayudarte a sobrevivir a eso. Tanto en el caso de Clara como en el caso de Božo son músicos y artistas en esencia. Hasta el punto de que a ambos la música les ayuda en la superación de enfermedades y dificultades de salud, Clara tiene TOC y como dice en la película, la música es el lugar donde consigue respirar. Božo fue capaz de superar una epilepsia a través del sevdah, el género que él canta, al que se le atribuyen capacidades curativas. Ese es el núcleo también de Maldita, la capacidad del arte para ayudarnos a sobrevivir a las guerras internas y externas.
De hecho, en la película potenciáis esa idea con el único momento de color
Raúl: Tiene que ver con la línea estética de la pantalla dentro de pantalla, que son recursos o herramientas que se salen completamente del tono general de la película, el blanco y negro, esos flashazos rojos van por esa línea de romper. Había que reflejar esa enfermedad y hubo debate y dudas de si incluirlo o no, era un elemento arriesgado, pero yo cuando lo veo siento que transmite eso, transmite una amenaza y esa enfermedad de la que él habla.
Para ti Amaia es el primer proyecto de directora, ¿cómo has vivido ese salto a la dirección?
Amaia: El final del proceso para mi está siendo muy muy satisfactorio, ahora es cuando soy capaz de echar la vista atrás y ver todas las decisiones artísticas, todas las intuiciones, todas las conversaciones que compartimos con Raúl, y cómo han influido en la peli, que nos enamora. Me encanta ser corresponsable artísticamente de cómo es Maldita, digamos que, en mis funciones como productora o guionista en pelis anteriores no podía llevar tan lejos lo que quería representar. Siento que me he dado mi lugar al codirigir. Raúl y yo llevamos unos 20 años colaborando en pelis. Estamos ahora en proceso de codirigir un largometraje y bueno, Maldita fue el primero porque fue una evolución natural. Personalmente también a nivel vital, por circunstancias de maternidad, trabajo… estoy más necesitada de momentos creativos, entonces este ha sido también un lugar donde respirar.
Lleváis 20 años trabajando juntos y vuestras películas tienen todas un corte documental y mucho foco en lo social, ¿dónde nace el interés por estos temas?
Raúl: Creo que es un interés por conocer mejor la identidad humana. Cuando era joven me atraía muchísimo descubrir África, América, Asia… quería viajar y conocer cómo se vive en otros lugares del mundo. Muchas veces fue la música el vehículo que me llevó hasta allí. Es un enamoramiento que se perpetúa, una búsqueda de luchas que te interesan. También me gusta en este caso mostrar al diferente. Creo que Maldita por ejemplo es una película que tiende muchos puentes, que a personas quizás más conservadoras les ha hecho abrir la mente. Esto lo he escuchado, abrir la mente y conocer a Božo creo que ha roto barreras mentales en personas que quizás de entrada no serían muy receptivas con su forma de expresión. Entonces no sé, es el interés que tenemos en el ser humano, en sus contradicciones, en sus retos, en sus luchas.
Amaia: A la vez yo diría que el interés es en el ser humano y en nosotros mismos, a mi cada vez me gusta más cómo el proceso de creación o el tema que estamos trabajando me interpela a nivel personal y me obliga a responder preguntas a veces incómodas.
Božo tiene una mirada muy limpia, tiene muchas capas y conseguís a través del formato documental mostrar una desnudez de su persona
Raúl: A mí lo que más me flipa del proceso de creación de Maldita es que en Barcelona Božo nos agarraba el brazo y nos miraba como diciendo ¡Ostras! emocionadísimo, ya no solo porque le hayas retratado honestamente, sino que yo creo que él se sintió impresionado por Maldita. Él fue muy elegante porque durante el montaje jamás nos dijo nada. Los artistas siempre tratan de influir en el montaje final y de poner sus ideas y demás. Sí que en el rodaje el tipo estaba bastante interesado por hacer ciertas cosas a su manera y nos dimos cuenta, junto con Iván y con Amaia que eso había que respetarlo. Sin embargo, en el montaje nada, solo lo vio acabado, y eso a mí me enorgullece. Hacer una película de una persona tan poliédrica como Božo Vrećo, de la que nosotros quedamos encantados y él también, es un orgullo sobre Maldita muy bueno. Creo que hemos logrado conectar con ese niño que lleva dentro, que sigue existiendo, que vive con un pie en el mundo real y otro en el imaginario. Él dice que desde niño es así y es cierto que es así. Eso es algo también muy cinematográfico y pienso también que el piano de Clara tiene un punto mágico en la película que tiene que ver con este ser tan maravilloso.
Y, ¿cómo encontrasteis a Clara y decidisteis que fuera ella el otro personaje fuerte de la película?
Amaia: pues ya había surgido la posibilidad de colaborar con Clara en un documental anterior que se llamaba Woman (2019), en ese caso era una peli sobre cuestiones de violencia de género en Mozambique. En ese momento Clara acababa de hacer “Los borbones son unos ladrones” y nos empezó a gustar, pero vimos que no era el proyecto. Fue mi amiga Ane Cánez Navarro la que me habló de Clara por primera vez, y es entonces cuando apareció el proyecto de Maldita. Volvimos a Clara de manera super intuitiva, ella acababa de publicar “Periferia” que es un tema precioso con Alba Flores y la rapera chilena Ana Tijoux. entonces fue también muy intuitivo que Clara podía darnos lo que necesitábamos, el contraste con Božo Vrećo.
En la peli también se nota el uso de la cámara en mano, donde vas reencuadrando sobre la marcha y se transmite ligereza e improvisación.
Raúl: Si, desde mis comienzos, cuando empecé trabajando con músicos, me gustaba la cámara en mano. Creo que en mis películas quizás el 80% de la cámara va en mano. Cuando planto el trípode es porque realmente quiero hacer un plano fijo o con trípode. Realmente me encanta ese pequeño movimiento imperfecto y humano, además no me gusta mucho la steady. A veces me emociono sintiendo esos movimientos, realmente creo que hay una musicalidad en ellos también, y nos da mucha más libertad. Cuando trabajamos con músicos me encanta llevar la cámara en la mano y sentir que estamos viviendo un momento único, que lo estamos fotografiando, que lo estamos escribiendo y poder improvisar también con ellos. Esa búsqueda de la esencia solo se puede hacer con la cámara en mano. Bueno con la steady también, pero no es tanto mi estilo.
Sin embargo, luego en el montaje sí que somos capaces de estar horas y horas y semanas con un plano, es justo el proceso inverso. También me gusta mucho, ya lo hemos hablado, lo que es fotografiar, el rodaje… me encanta porque es un reto social. Es un reto comunitario donde tienes que conseguir que la manada tire para adelante, que el grupo funcione, que nadie descarrile, que el protagonista esté contento, que salga la cosa. Es un ejercicio también de psicología ¿no? Sin embargo, luego el montaje es todo lo contrario, es un proceso muy solitario, aunque lo comparto con Amaia, pero bueno es muy solitario y me fascina. Tener todo el tiempo del mundo para poder volvernos locos y bucear en el material y ahí sí que invertir todo el tiempo que me dé la gana. Ahí es volver, repetir y hacer tantísimas pruebas como quiera. Todas las pruebas que no se hicieron en rodaje porque nos dejamos llevar por la intuición, luego en montaje se le da el tempo contrario.
A la hora de montar, ¿dejáis espacio de tiempo entre el rodaje y el montaje?
Amaia: Preferiríamos que fuera inmediato, pero muchas veces otros rodajes se cruzan en medio y no te puedes sentar a montar nada más regresar.
Raúl: A mí me encanta volver en caliente y entrar directo en la sala de montaje. Eso es maravilloso, pero hay veces que no se puede hacer. Te dedicas a la película de una manera más pausada, menos acelerada. A mí me gusta aprovechar la energía de rodaje y llevarla hasta la sala. Pero en el caso de Maldita no fue así, no pudimos volver de rodar y empezar a montar. Si que recuerdo que el proceso de montaje de Maldita fue enloquecedor. Hubo mucho sufrimiento hasta lograr el tono. Todo es el tono. Cuando lo logramos todo lo demás se resuelve pero, hasta que no consigues llegar hasta el se sufre mucho porque te parece que vas a hacer la gran mierda. Por eso lo que te decía de cerrar los ojos y ver como suena. Hay un momento que, después de narrar la muerte de Elba, su amiga, que era como su novia, en el propio cementerio canta una canción en castellano que dice “adiós querida, me amargaste la vida cuando te fuiste”. Ahí intentamos que ese momento marque el tono de la película, es un momento muy banal, pero eso que él hace, y canta en castellano además. Esta estrofita sienta la base del tono y de lo que va a venir. Ese momento en que él camina de espaldas por el cementerio nos ayudó mucho a encontrar el camino.
Es una película con diferentes ubicaciones, diferentes idiomas… ¿qué fue lo más difícil de todo el proceso?, ¿cuál fue el mayor reto?
Raúl: Para mí fue el montaje que ya he contado como fue de complicado. Pero el mayor reto fue cuando acabamos la película, que terminaba en la basílica de Santa María del Mar, que era el final de la peli, y vimos que no lo era, que no lo habíamos logrado. Y ahí fue cuando de repente, ostras… no encontramos con algo que no había pasado nunca.
Amaia: Fue mucha crisis porque teníamos la secuencia de la basílica, con el momento de los civiles, que a mí me ponen los pelos de punta y creemos que consiguen una gran empatía con esas víctimas de la guerra, y tener esa super secuencia y decir… ostras, no tenemos un final, fue una crisis muy grande.
Raúl: Fue un gran golpe y hubo que trabajar muchísimo en montaje de una manera ya de supervivencia pues veíamos que no teníamos la película que queríamos.
Amaia: Fue intuitivo, dijimos… tenemos que salir de la basílica con Božo y tenemos que volver a Sarajevo. Como él dice, siempre regresa a Sarajevo, Sarajevo me eligió. Entonces nos dimos cuenta de que era necesario que Božo saliera de la basílica y que volviéramos con el, y lo conseguimos de esa manera tan poética en la que Božo sube casi como en una ascensión a los cielos diciendo “Es muy difícil ser diferente en Europa y en cualquier lugar del mundo”. Regresar a ese Sarajevo mágico en el que se abrazan tantas culturas y religiones, con los rezos de los musulmanes, la iconografía judía y cristiana, el piano de Clara una vez más, ahí por fin sentimos que habíamos superado la mayor dificultad de la peli.
Y por último, ¿qué diríais a la gente para animarles a ver el corto?
Raúl: Creo que Maldita por un lado es un cañonazo balcánico, de adrenalina, de fuerza, de música, y creo que por ese lado les va a fascinar, es una película muy delicada y creo que es una película que no han visto nunca. Es un género diferente y en estos momentos creo que les va a sorprender de verdad. Es una película muy pura, y eso tiene un atractivo muy agradable, un buen gancho para el espectador con intereses selectos.
Amaia: Yo creo que conocer a Božo y a Clara es algo que no te puedes perder, creo de verdad que es una experiencia, una ventana muy bonita al mundo y que Maldita transmite un sentimiento de amor y delicadeza que hace que sea muy agradable verla.
Un tema poco utilizado en la pantalla, en donde la dualidad se resuelve como objetivo final del film