Julia Reyeros / 07.11.2022
Unicorn Wars (2022, España) irrumpe en la actual taquilla cinematográfica poniendo a prueba los límites de la infantilización y mostrando una propuesta antibelicista en clave de fábula, que analiza y expone los recovecos del carácter y la moral humana ante las situaciones extremas y de necesidad. Alberto Vázquez dirige una película de animación que trata sobre la guerra entre los ositos y los unicornios por el dominio del bosque y por la constatación de la superioridad de cada especie frente a otros animales, así como se cuestiona la cercanía a la divinidad y la cuestión religiosa.
Los personajes obtienen nombres infantiles, tales como ‘Azulito’ o ‘Gordi’, que concuerdan con una animación 2D y un dibujo que fácilmente podría ser clasificado como dibujos animados infantiles, pero que se desmarca de este tipo de narrativa desde el principio de la cinta. Durante el trascurso de la película observamos una fuerte crítica al carácter belicista y al militarismo, así como al pensamiento único y dictatorial impuesto por las instituciones bélicas para conservar el poder y a la competitividad extrema fomentada por los altos mandos y que se dan entre los personajes. El discurso de la película degenera cada minuto en una situación más grotesca que la anterior, y este efecto se ve potenciado sin duda por las características formales utilizadas por el director, que presenta en forma de dibujos, a priori, de aspecto gentil. Este choque entre temática y forma definitivamente dota a la cinta de una fuerza expresiva inesperada, ya que el espectador observa la degeneración progresiva de los personajes y se sumerge en la oscuridad de la temática, así como asiste a la pérdida de la inocencia y la pureza relacionado con los símbolos de la infancia. Por si no quedase clara la naturaleza dramática presente en los hechos que se narran en la película, son constantes los movimientos de cámara con zoom, travelling y planos picados y contrapicados, que refuerzan la idea de la lucha y la pérdida del poder social y bélico de los personajes, así como la desesperación y el desamparo de estos.
Sin duda es una propuesta arriesgada por parte del director y de la productora, que consiguen colocar en taquilla una película con formalidades contrapuestas y poco utilizadas para la temática bélica. El riesgo que conlleva la toma de decisiones formales y estéticas se ve recompensado con una narrativa consecuente, los picos de emociones diferentes que atraviesa el espectador durante el visionado y una ruptura absoluta de estereotipos asimilados tradicionalmente a los géneros y sus cuestiones formales, especialmente presentes asociados al cine de animación.