Mario C. Gentil / 05.10.2022
Un pequeño mundo es la ópera prima con la que Laura Wandel debutó en el cine el año pasado, y que no llegó a las salas comerciales españolas hasta este 2022. Se suma, y ya son numerosos los títulos, a la lista de obras cinematográficas de relevancia en el panorama internacional dirigidas por mujeres en 2021.
La cinta aborda la temática del bullying desde la óptica de una niña que entra en el primer curso de primaria y observa cómo abusan de su hermano mayor, y las consecuencias y los comportamientos respuesta del resto de niños con respecto a dichos maltratos. Para ello Wandel nos pone la cámara a la altura de un niño en todo momento, con un encuadre asfixiante, angosto, con el fondo desenfocado, con la cámara en movimiento y donde los adultos parecen gigantes, de otra esfera, y donde tienen que agacharse para que veamos sus rostros en la pantalla.
La película consigue reflejar ese aislamiento, esos muros infranqueables que provocan la violencia o el miedo, y cómo la comunicación con los adultos, en estas situaciones, se hace normalmente un mundo (de ahí que el nombre del título en su versión original sea más acertado que su corrección en español). Éstos no salen muy bien parados, y la crítica al fallido sistema de defensa de los niños aparece, pero por encima de todo se pone el foco en las vivencias infantiles, en su mirada ante el acontecimiento y la gestión emocional.
En una muy adecuada duración (70 minutos) nos consigue transmitir bastantes sentimientos, y a la vez, no saturarnos de tantísima intensidad, pues la película es dura de ver. El guion es de la propia Laura Wandel, y ya desde la primera escena, la cinta nos sitúa en un clima que se mantendrá hasta el final, con un pulso narrativo que será tenso y constante. La evolución de los personajes es realista en el discurrir de los sucesos que van brotando en este tejido interno que se crea entorno al acoso escolar.
La dirección actoral de los niños es magnífica, desprendiendo un dolor y una sensibilidad en gestos y miradas que es muy difícil de conseguir en actores tan pequeños y con la que consigue encogernos el corazón. Especial mención a Maya Vanderbeque, que así se llama la pequeña protagonista.
Desde luego, la película tiene un sello propio y muy marcado, y tengo ganas de ver cuánto hay de adaptación a la temática y cuánto de estilo autoral, o si esta adaptación es un rasgo que vaya a acompañar a la carrera de la cineasta.
No obstante, esta nueva generación mundial de mujeres cineastas está consiguiendo un logro, que, aunque trivial, por ser personal, me era un obstáculo molesto, y que ha conseguido tumbar mis prejuicios: y es que el movimiento constante de la cámara sea algo muy positivo, que aporte y dé una sensación de realismo que no sería posible de otra manera. Creo que sería conveniente un estudio de este recurso en las películas de gente novel de los últimos años, porque confluye en un estilo de cine con rasgos comunes.