Mario C. Gentil / 09.03.2022
Asghar Farhadi, autor de entre otras películas de la prestigiosa Nader y Simin, una separación (2011), vuelve a las salas de cine con Un héroe, drama con el que consiguió el Gran Premio del Jurado en el pasado Festival de Cannes.
La película refleja su autoría en todo momento, destacando por su muy buena narración pese a que la película se mantiene siempre en un mismo tono, del que hábilmente no se sale, y con el que consigue mostrarnos su otro gran rasgo principal: su capacidad de realismo, de autenticidad, en el que el objetivo de la cámara casi pasa a ser más un testigo que un marco artístico, dándonos un cercano retrato social de la Irán contemporánea.
Con esta veracidad casi documental nos predispone a estar receptivos ante la obra, mientras que, con la buena construcción narrativa, de un guion elaborado por él mismo, consigue transmitirnos mediante el desarrollo de la historia y sus personajes.
Rahim, tras la denuncia de su acreedor cumple condena en prisión por una deuda que no pudo devolver. En dos días de permiso intentará encontrar dinero para no tener que volver a la cárcel.
Es la historia de un buscavidas, de cómo a la gente de pocos recursos se le multiplican los problemas y tienen que hacer odiseas, tanto en recorridos como mentales, para salir adelante. Es una película donde no hay nadie malo, todos tienen sus razones, todos son humanos, marcados también fuertemente por la cultura en la que viven. Aparecen cuestiones éticas, personajes con escalas de grises, donde todos se amoldan tanto a lo que hay, como a poder ayudar en sus posibilidades, y la vez no ver dañadas sus reputaciones.
Si es bien cierto, el espectador, en su último tercio, se puede sentir exhausto de tantas situaciones irresolubles, de tanto ir y venir para que una cosa de paso a otra igual de enmarañada. Aunque nunca harto o aburrido, pues uno no pierde el interés y tampoco es que el metraje sea excesivo.
La fotografía y el sonido ayudan en este clima de autenticidad. Los segundos términos de ambos son a veces más importantes de lo que en principio parecen, y es porque no se hace un marcado foco en ellos, simplemente están integrados en el todo.
El elenco actoral transmite en todo momento esa verdad local, esa cotidianidad de la que uno no puede dudar. Amir Jadidi, protagonista de la película, nos da un rostro donde la ambigüedad está siempre presente, donde hay fuerza pese a lo cansado de su apariencia, donde hay pillería detrás de su buen parecer, donde hay tristeza en su sonrisa.
La película no llega al nivel más alto del cineasta, pero sí nos sigue dando pedazos de su tierra y retratos de sus gentes. Y sigue haciendo de Irán la mayor referencia cinematográfica del cine de Oriente Medio.